Durante hora y media, Paco se asoma a nuestras vidas y nos habla con un calor cercano y amable. Con la templanza, la humildad y la timidez que le son características. Curro Sánchez, su hijo, ha sabido impregnar todo el metraje de La búsqueda, de la humanidad de un genio. Porque todos sabemos que en el olimpo de los guitarristas, Paco de Lucía, el niño de la Portuguesa, tiene un sitio de privilegio reservado. Y no solo hablo de guitarristas flamencos. En ese escalafón, es el número uno (y que me perdone Sabicas, del que un servidor también es fiel seguidor).
Un genio humano que nos abre en canal su vida para ofrecernos retazos de cómo surgió el genio, el maestro. Desde aquellos atardeceres limpios y quejosos de Algeciras hasta sus últimos días, pasando por el descubrimiento de su ser como músico, La búsqueda es, un proceso íntimo de indagación en una figura monumental, un film que no deja cabos sueltos, que está contada con innegable pulso y con un conocimiento indudable de la personalidad de Paco. Sin caer en el halago fácil, en la hagiografía, esta película muestra a un artista sereno, en su madurez, aunque no voy a decir en su cumbre, puesto que como el propio Paco comenta "no quiero saber que estoy en la cumbre, porque si luego hago algo mal, me van a criticar". Una búsqueda constante de la perfección. Esa fue la obsesión del maestro y ese fue nuestro regalo, el presente que nos ha hecho durante 40 años, otorgándonos el privilegio de una música que ha evolucionado, que ha agigantado el flamenco, que ha simpatizado con otros modismos musicales y que ha universalizado un género satanizado en cierto momento de nuestra Historia: "el flamenco es el lumpen de Andalucía. Y Andalucía es el lumpen de España", decía el maestro. Innegable es que Paco de Lucía sacó del barro al flamenco y lo enalteció a los altares. Un altar en el que siempre vamos a tener a un músico excepcional, a una persona genial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario