viernes, 26 de febrero de 2010

SURCANDO OLAS

E
n 1933, Alemania votó libremente por el cambio. El cambio que pretendía instaurar un Adolf Hitler resentido por cómo su país (aunque fuera austriaco), había sido “degradado” tras los Pactos de Versalles que sellaron en falso una paz débil después de la Primera Guerra Mundial. Con cifras de paro desorbitadas y utilizando la arenga y la propaganda, agregando además unas dosis altísimas de miedo hacia lo extraño, lo desconocido, Hitler pasó de canciller elegido de forma democrática a figura autocrática responsable de la mayor catástrofe humanitaria del siglo pasado.

El führer tuvo sus imitadores. La crisis de las democracias liberales occidentales no pudo sostener las acometidas de los fascismos en países como Italia, España, Portugal por no hablar ya del desorbitado militarismo en el que se sumió la Alemania nazi. Todos estos regímenes impusieron la autocracia, el gobierno de uno mismo, donde el poder omnímodo, la propaganda, el apego a los símbolos, el culto a la personalidad y el miedo, fueron la escena común.

En los años 60, Ron Jones, un profesor estadounidense de secundaria propuso a sus alumnos que lo vieran y lo tomaran como una figura a respetar. Les habló de la importancia del respeto a la autoridad y les obligó a tener fe ciega en su discurso.

Posteriormente les inculcó ideas como la importancia de tener un corpus ideológico fuerte y cerrado. Usó los medios disponibles en la época para difundir su mensaje a través de panfletos y del periódico escolar. Las ideas por encima de todo. Impuso un vestuario uniforme para todos los asistentes a su clase. Se realizó un logo y se creó un saludo para los miembros de ese aula. Todo eso en sólo cinco días.

Había nacido La Tercera Ola, un fascismo en miniatura. Un experimento sobre la autocracia y el autoritarismo (que no autoridad, no caigamos en el error), con el que Jones quiso explicar las causas del surgimiento de los fascismos, y en especial del nazismo, de una forma clara y menos aburrida.

El experimento fue un éxito. En menos de una semana, Jones había criado a una treintena de fascistas en potencia, hasta el punto de que estuvo a punto de írsele la cosa de las manos. Una vez más, la facilidad con la que el autoritarismo cala en ciertos sectores de la sociedad, en especial la juventud, había demostrado que hechos como Hitler y su nacional-socialismo podían volver a surgir en cualquier momento.

Hace un par de años, un director alemán (Dennis Gansel), trasladó la historia de Ron Jones a la gran pantalla. La Ola se convirtió en una de las películas más taquilleras en Alemania y puso de nuevo a todos los germanos ante el espejo de su historia. Quizás, algo de eso debemos aprender nosotros. El fantasma sigue ahí, larvado, latente. Pongamos las bases para que no vuelva a despertarse.




miércoles, 24 de febrero de 2010

¿FORMADORES O REPRESORES?


O
tro asunto para sentarse, proponer ideas y debatirlas. Eso que no se hace en este país. Cada vez que hay alternancia en La Moncloa, los sistemas educativos sufren una conversión fulminante, sesgando todas las reformas aportadas por el Gobierno anterior y aportando nuevas medidas sustitutorias. Cuando de nuevo se produce un cambio, más reformas. Así se llega a prostituir un sistema educativo que ya no lo reconocen ni los legisladores que lo parieron.

Ahora la moda es la de hablar de la autoridad en clase. Debate ficticio, inventado, interesado, por algunos para poner contra las cuerdas al Gobierno de turno. ¿Existe violencia en las aulas? Sí, pero no vayamos a comparar un colegio o instituto de nuestro país con Columbine. Eso es hacerle un flaco favor a nuestra educación.

Es una realidad el hecho de que existen problemas en las aulas. Alumnos díscolos, con falta de disciplina, con graves faltas de comportamiento y convivencia que de vez en cuando tienen altercados con los profesores. Algunas, como la ínclita Esperanza Aguirre, busca infundir de “autoridad” la figura del maestro. Ya nos imaginamos a los docentes armados hasta los dientes en vista de la “peligrosidad del ganado” con el que se tiene que enfrentar (si me permiten el símil).

Sin embargo, como tantas veces ocurre cuando habla un político, el revestir de autoridad al profesor no es más que un brindis al sol que no ataca al problema en su génesis, que no es otro que la familia. El aspecto más urgente que debemos abordar en la cuestión educativa es el papel de los padres. En los últimos años, hemos asistido a una clamorosa dimisión de la figura paterna como elemento educador de sus vástagos. Sí, si. Han leído bien. Educador. Aquí quien educa son los padres. Quien forma, el profesor. Cuestión de matices (de grandes matices, diríamos), que se nos ha perdido por el husillo de la desinformación interesada que algunos hacen de este problema. En cuanto sepamos donde tenemos que actuar y busquemos prioridades, podremos empezar a hablar. Hacerlo antes de eso, es perder el tiempo.



martes, 23 de febrero de 2010

UN TRABAJO DE NARICES


M
omento para el lamento. Hay que ver lo maltratada que ha estado la profesión circense en general, y la de payaso en particular, durante muchos años. En un país en el que hemos tenido una tradición extensísima, desde los exquisitos Charlie Rivel o Tortell Poltrona, hasta los más mediáticos de la familia Aragón, estos transmisores de la alegría deben recibir nuestro particular homenaje... Un homenaje como no podía ser de otra manera, de narices.

Foto: Raúl Moreno



lunes, 22 de febrero de 2010

PEQUEÑOS ÉXITOS COTIDIANOS


B
uscamos de forma desaforada la gran noticia, el gran titular, la foto más apañada para dar la “campanada” cada día. Esa es una parte de nuestro quehacer diario en una redacción. Sin embargo, a veces resulta que el detalle, la historia mínima, lo más cercano, lo humano es lo que da lustre a la labor que realizamos cada día.

Podemos utilizar este espacio para hablarles de la Ley de Dependencia, una buena idea del Ejecutivo socialista lastrada por una dudosa planificación, sobre todo en lo que respecta a medios y financiación. Podemos hablarles también de las críticas políticas que surgen al calor de la experiencia de esta norma legislativa. Podríamos hacerlo, pero no lo vamos a hacer.

Antes que todo eso, vamos al detalle. A esas historias mínimas, a esas que hablan del trabajo esforzado de muchas personas por ir al meollo del asunto, que no es ni más ni menos, que aportar momentos de paz, de quietud y ¿por qué no? de felicidad a gentes que necesitan de esos apoyos.

Los servicios de teleasistencia se convierten así en poderosas herramientas para lograr un acercamiento a ese particular Shangri La que queremos para nuestros mayores (y también para nuestro futuro), por eso es digno de reconocer la labor que algunos realizan con medios que distan mucho de ser los deseables.

Por ello, esta tribuna quiere servir para llamar la atención de las administraciones competentes para que en tiempos de crisis, no cejen en su empeño de apostar por las políticas sociales. Sin demagogias, sin boato, sin proselitismos vanos, pero con actitud decidida para mejorar la vida de los ciudadanos. Las propuestas de recortes de gastos deben caer irremediablemente en saco roto ante una realidad fehaciente: hay gente que necesita de la ayuda de los demás, que debe echar mano de los resortes que el Estado pone a su servicio. No estamos para que ahora venga el listo de turno y fastidie ese invento llamado Estado del Bienestar y que ha costado tanto alcanzar.



domingo, 21 de febrero de 2010

PUES ESTARÍA BIEN...


E
staría bien que algunos políticos de esos un poco vagos que hacen poco por el país, o que algunos bancos que han sido salvados de la quema con el esfuerzo de todos, o que esos que empezaron al servicio de la res publica y la han exprimido hasta que llevan colgado el sambenito de corruptos, devuelvan algo de lo que han “ganado”. Lo malo es que quizás en esta alcancía no nos de para mucho en nuestro afán recaudatorio... perdón restitutorio.

Foto: Raúl Moreno



viernes, 12 de febrero de 2010

NAVES ¿ARDIENDO? MÁS ALLÁ DE ORIÓN

H
e visto naves ardiendo más allá de Orión. ¡Para, para! ¿Naves ardiendo en el espacio? Ya la hemos fastidiado. Y precisamente en una película que gusta (me gusta) tanto como Blade Runner. A ver, repasemos otros gazapos científicos cometidos en el mundo del cine.

Hierático y a la vez azorado, pues le va la vida a su personaje, el actor Gary Sinise contempla un monitor en el que deambula con parsimonia una presunta doble hélice de ADN. Solemne, proclama: “¡Parece ADN humano!”. A lo que su avispada compañera replica sin inmutarse: “Pero le falta el último par de cromosomas”. Cáspita.



Tal escena no es producto de una pesadilla surrealista, sino de la película Misión a Marte. Poco importa que la cinta sea obra del gran Brian de Palma (en horas bajas, reconozcámoslo) o que los créditos hagan gala de un presunto asesoramiento técnico de la NASA. Ni de un cromo del ADN se puede inferir si es humano o cefalópodo, ni el ADN contiene pocos o muchos cromosomas, sino al contrario.

El séptimo arte ha acostumbrado al espectador a tragarse expresiones como “proteína unicelular” o “virus carnívoro”, o a las mil y una perversiones del término “mutación”, todo ello producto de guionistas y directores veleidosos con una absoluta falta de escrúpulo al retorcer las leyes de la física, la matemática, la química o la biología para acomodarlas al particular albedrío del universo hollywoodiense. En Estallido, suspense vírico sostenido por la eficacia de Dustin Hoffman, un mono infectado produce un antisuero que parece ser apto para inyectarlo directamente en las venas de los pacientes y, además, el minúsculo animal lo fabrica en cantidad suficiente para abastecer a todo un pueblo asolado por la epidemia. No se trata de eliminar la fantasía en el cine, sino de ceñirlo a los mismos criterios de rigor que prestan credibilidad a una producción basada en la solidez de los detalles históricos o del vestuario.

Star Wars
Quizá el atentado más flagrante contra la ciencia en el cine no provenga de casos como La guerra de las galaxias -¿pregúntese por qué no están todos flotando en el espacio, por qué las explosiones se ven, si se supone que eso no puede pasar, o por qué esas mismas explosiones “hacen ruido”, si en el vacío sólo hay... vacío?-, sino de producciones que se barnizan de ciencia escudándose en clichés preconcebidos o en jerga pseudocientífica. Inciso: aunque inexacta, La guerra de las galaxias es lo más. Así que, ni tocarla.



Los ejemplos abundan en el terreno de la ciencia ficción. En la mencionada Misión a Marte, un cosmonauta se congela ipso facto al arrancarse su escafandra en el espacio. Según los expertos, la baja densidad de moléculas en el vacío impide que el rozamiento arrebate el calor del cuerpo, y la congelación por irradiación pasiva es extremadamente lenta. Muy al contrario, el efecto inmediato sería un achicharramiento por la radiación cósmica (un vistazo a la Wikipedia siempre viene bien).

Películas como El núcleo, donde un equipo debe penetrar hasta el centro de la Tierra a bordo de una tuneladora para restaurar el campo magnético del planeta; El día de mañana, con delirios climáticos aberrantes; o Armageddon, con Bruce Willis salvando al planeta de su destrucción por un asteroide amenazador, son una sarta de despropósitos científicos.



Pero no sólo la ciencia ficción es víctima de los gazapos científicos. Hay estudios que se han ocupado de analizar, teórica e incluso empíricamente, fenómenos que se dan por asumidos y que forman parte del inventario de recursos del cine comercial. Los resultados son sorprendentes: las balas no producen chispazos al impactar sobre metal, los rayos láser son invisibles, y un balazo en el depósito de combustible de un vehículo no lo hará explotar. Aún más insólito, un cigarrillo encendido arrojado sobre un charco de gasolina no logra prender el carburante, una equivocación que sedujo al mismísimo maestro Alfred Hitchcock en una de las escenas más tensas de su thriller Los pájaros. Yo, por si acaso, esto último no lo comprobaré empíricamente.

Blogs
En España aflora la tendencia en diversos blogs dedicados a esta materia. Entre ellos figura MalaCiencia (www.malaciencia.info), del ingeniero de telecomunicaciones Alfonso de Terán. Ahí publica comentarios críticos sobre el maltrato que sufre la ciencia en los designios de los guionistas. Y no se limita a las superproducciones made in Hollywood.

Por fortuna, en el lodo también destellan algunos diamantes. Los expertos coinciden en señalar como ejemplos de buena ciencia en el cine la dictadura genética de Gattaca, la especulación cósmica de Contact y la odisea espacial de 2001, donde Stanley Kubrick contó con el asesoramiento del autor, Arthur C. Clarke, para plasmar un espacio sin sonido ni pirotecnia, una simulación de la gravedad creada por rotación, o un correcto reflejo de la ausencia de “arriba y abajo”, error habitual en otras producciones en las que dos naves coinciden de forma casual en la misma orientación con respecto a un punto de referencia absurdo: la cámara que las filma.



En su lucha por imponer la ley científica en el terreno del imaginario colectivo, el físico Costas Efthimiou no se conforma con hundir su bisturí en el cine. También el folclore popular es susceptible de pasar por el “colador” para dejar en evidencia su irracionalidad. Uno de los trabajos de Efthimiou demuestra que vampiros, fantasmas y zombis sencillamente no existen... por si no lo sabían. Los espectros no pueden atravesar paredes y al mismo tiempo subir escaleras, un atentado contra el sentido común reflejado en películas como Ghost, y al que el físico aplica el principio de acción y reacción.



En el caso de los discípulos del conde Drácula, el razonamiento es matemático. Según el autor, las estimaciones sobre la población mundial para el 1 de enero de 1600 era de 536.870.911 habitantes. Si ese día hubiese surgido el primer vampiro y hubiera mordido a una víctima cada mes, reclutándola así para la causa de las tinieblas, en junio de 1602 todos los seres humanos se habrían convertido en vampiros, sin nadie de quien alimentarse.

El argumento desbanca la teoría vampírica por dos vías. Primero, la reducción al absurdo, una vieja conocida de los estudiantes de ciencias. Segundo, el principio antrópico: cualquier hipótesis tiene que ser compatible con la existencia humana. Y el mal sueño de Bram Stoker por una indigestión de cangrejo -según cuenta la leyenda-, no lo es. Y es que los sueños, sueños son.



miércoles, 10 de febrero de 2010

PERDÓN A LA JAPONESA


L
a imagen lo dice todo. El presidente de Toyota, ante un enjambre de periodistas se yergue y baja la cabeza en una demostración pública de perdón que no se ve por estos lares. Akio Toyoda, que así se llama el buen hombre, compareció cariacontecido ante la prensa (y ante los millones de clientes que usan sus coches), para expresar su disgusto por la mácula en la imagen de la empresa causada por un defecto en el pedal del acelerador. Malo para la imagen de la firma, pero malo para el honor...

Toyota se lo ha tomado muy a pecho, según nuestra concepción, pero para los japoneses el estar en boca de alguien por algo que has hecho mal (por obra o por omisión), es algo muy grave. El honor no se toca, y si no que se lo digan a tantos samurais seguidores del bushido o por ejemplo al escritor Yukio Mishima, que cometió seppuku (suicidio ritual), tras fracasar su intento de enaltecer la figura del emperador con un amago de golpe militar. Mishima fracasó y terminó quitándose la vida,... algo que él había soñado en reiteradas ocasiones porque no veía en su vida ni el más mínimo atisbo de decencia.

Perdón, honor, decencia... Valores olvidados en nuestra sociedad, hasta cuando se habla de ellos ya que pierden todo sentido dependiendo de quién hable de ello. Verbigracia, si la acción de un político debe ser ejemplar y ejemplarizante, en España tenemos casos a puñados de políticos que se pasan eso del honor por donde ustedes ya saben. Aquí no dimite ni dios, por algo que se haya hecho mal. No existe una conciencia del error (que perjudica a muchos), no existe el concepto de honor porque no hay un cimiento de valores donde se sostenga el servicio público. Naturalmente, caemos en la generalización inadecuada si apuntamos todos al mismo carro, pero donde en otros países la dimisión es un acto bien acogido y aplaudido por todo el mundo, en España es rara avis... Así no extraña que la política sea la tercera preocupación de los españoles por delante incluso del terrorismo.

Lo que se ve en la clase política lo encontramos también en otros ámbitos. El presidente de los empresarios españoles se lo lleva calentito todos los meses, se permite el lujo de cerrar su empresa mientras sigue vendiendo billetes para aviones que no van a despegar y echa a la calle a todos sus trabajadores. Mientras, “alecciona” al Gobierno sobre cómo salir de la crisis y por lo visto es el más indicado para dirigir la patronal. Una simple comparecencia pública, explicando por qué se ha ido al garete su empresa, un reconocimiento de su incapacidad como empresario, hubiese bastado a muchos... pero el perdón es una cualidad bastante complicada de asumir por algunos. En vez de eso, algunos son jaleados para continuar... en su error.

Nos hemos distanciado de los pequeños detalles, de la simplicidad de la humanidad, de aquello que nos hace parecer hombres y no máquinas. De unos casos a otros, la noche y el día. Lástima que en España sólo veamos oscuridad.



miércoles, 3 de febrero de 2010

DESLENGUADOS


N
o. No voy a caer en la tentación de hablar de Espe y de sus ¿lapsus linguae? al acordarse de la madre de alguien al que no quería ver en el Consejo de Caja Madrid, como tampoco voy a especular sobre a quién iban dirigidas esas lindezas más propias de patio de instituto que de la Real Casa de Correos de la Puerta del Sol. Podría hablar también de lo lenguaraz que se ha mostrado el ministro Corbacho estos días hablando de retrasar la jubilación hasta los 67 años (yo que me había hecho la ilusión de dejarlo un poco antes y retirarme lejos del mundanal ruido), o de las respuestas procedentes de los sindicatos o de la oposición sobre esa opción (Rajoy, claro está, ha dicho que la propuesta es mala pero de alternativas “res de res”).

Ahora que hablamos catalán en la intimidad del negro sobre blanco periodístico... El lunes los cines de Cataluña no abrieron. Avatar dejó por un día de ganar dinero, Sherlock no pudo continuar sus pesquisas, Penélope Cruz descansó de sus extenuantes bailes y George Clooney no pudo pillar otro avión para despedir a alguien. Todo por el catalán. Por la obligación de doblar a esa lengua co-oficial, un tanto por ciento de las películas estrenadas en aquella comunidad. La propuesta de la Generalitat es otro granito más que sumar a la montaña de lo que no debe ser una política de convivencia pacífica de las lenguas del estado.

Echando mano de la Constitución, el catalán tiene que tener su sitio. Debe ser promovido, enseñado, estudiado y evolucionado. Pero esa evolución no llega de la mano de obligar a la industria del cine a adaptarse a marchas forzadas a un escenario que tampoco es deseado por la mayoría de la población. La suerte que tienen los catalanes de ser bilingües les hace ser capaces de entender tanto el castellano como el catalán. Que me cuelguen si esa no es la definición de bilingüe. Por lo tanto, si en Cataluña ya existe una cuota de películas dobladas a su lengua vernácula, el tripartito no debería esforzarse en “caer mal” al resto del estado español con medidas tan impopulares como ésta... o como la de obligar a instaurar la rotulación en establecimientos también en la lengua de Ausiàs March (o de Joan Brossa, no me vayan a echar en cara los valencianos que el caballero gandiense no nació más allá del Delta del Ebro).

El caso es que tanto una medida (la del doblaje al catalán), como la otra (lo de los rótulos), parecen superfluas e innecesarias en los tiempos que corren, en el que el catalán -y lo mismo podemos decir del gallego o el euskera-, no está en peligro de desaparecer, sino todo lo contrario. La lástima es que la mala percepción de este escenario por parte de algunos políticos catalanes (Montilla y los que lo sostienen en la Plaça de Sant Jaume), pueda hacer daño a un arte, a un forma de cultura, a una industria que genera mucho negocio, como es el cine. Esperemos que la sala de un cine no tenga que volver a quedarse a oscuras por esta "falta de luces" de los políticos.