Pero sigo que me disperso. El Falso Dionisio Aeropagita estaba hoy inspirado. Escribiría una lúcida teoría en la que mezclaría neoplatonismo, con pensamiento cristiano y todo ello pasado por la Estética. Ah, cuánto se hubiese alegrado nuestro amigo de saber que los tomistas, habrían tomado sus enseñanzas como punto de partido en su pensamiento posterior. Él simplemente se limitaba a pensar que ayudaba a la sociedad arrojando luz sobre estas cuestiones que claro está, tanto preocupaba al bizantino de a pie.
Amagando los últimos estertores del café, Pseudo Dionisio Aeropagita comenzaría luego a escribir una misiva. Pero antes, súbitamente sufrió un tranquilo ataque de misticismo. Puso los ojos en blanco, se quebró sobre el taburete donde escribía y se elevó unos centímetros, efectos estos que son de claro lucimiento en tales manifestaciones espirituales. Aún así, quedó extenuado y pensó que quizás, tomar unas uvas reconfortaría su ánimo. Así lo hizo.
Recuperado del éxtasis, llamó a su sobrino, chico taimado y de bondad infinita, para que hiciera llegar su carta al bibliotecario mayor, encargado de salvaguardar el saber de la ciudad. El chico volvió con una duda que fue trasladada de inmediato a su tío.
-Tío, el bibliotecario me ordena comunicarle que no puede recibir y catalogar su escrito.
-¿A qué se debe tal desatino, amado sobrino?
-Mi señor no ha firmado la misiva. Ni siquiera como remitente.
-Cierto.
-¿?
-¡!
-Aunque le conoce y también sabe de mi existencia y de mi relación familiar con usted, dice que debería proceder a signar sus escritos para legarlos a la posteridad, función para la que él está fehacientemente titulado.
-No lo haré.
-Pues...
-Nunca creerían que yo firmé aquellos textos.
-Lo tomarán por farsante, tío.
-En verdad os digo que de aquí en adelante me tomarán por Dionisio Aeropagita, porque escribo clavaíto a él. Qué más da que me tomen por farsante si al final voy a tener entrada propia en la Wikipedia.
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