A Rajoy le molestaría un tipo como Bradlee. En realidad, a nuestro presidente le molesta cualquier tipo de periodista puesto que no se fía de nosotros. Somos gente peligrosa que quiere contar más de lo que "está permitido". Por eso, Ben Bradlee, que acaba de fallecer a los 93 años, se comería con patatas fritas en un cara a cara al registrador de la propiedad de Santa Pola. No tendría con qué empezar, lo arrinconaría y lo desmenuzaría. Presidente del Gobierno frito y sacramentado. Lo que todos los que nos dedicamos a esto de juntar letras y contar historias nos gustaría hacer con este deshecho que tenemos como "líder del país".
Bradlee no fue solo el hombre del Watergate (sin su persistencia, Bernstein y Woodward no hubiesen publicado ni una coma), sino que aparte del "pequeño" detalle de colocar a un periódico local en la vanguardia de la prensa mundial, aportó una frescura hasta entonces desconocida en las redacciones. Era una estrella, alguien que sentaba cátedra con su dirección en el periódico, alguien que por encima de etiquetas y de ideologías, solo tenía un interés: la verdad. Y ya sé que suena a impostado y a peliculero, pero es que el periodismo de los 70, poco tiene que ver con el que se hace hoy. Quizá por eso, el político se siente hoy tan cómodo delante de un periodista. Hoy no ven peligro en que un simple juntaletras le haga perder su puesto...
Venga va... Jason Robards (¡grande!) haciendo de Bradlee en Todos los hombres del presidente...
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