domingo, 31 de mayo de 2015

Feliz cumpleaños, Clint

"Me llamo William Munny. He matado a hombres. He matado mujeres y niños. He matado todo tipo de seres vivientes. Y hoy he venido a matarte a ti".




sábado, 30 de mayo de 2015

Reservoir pics XXIII

"Mira, Larry, ¡¿has oído hablar alguna vez de Vietnam?!"...




jueves, 28 de mayo de 2015

Galindo, ese hombre


Un hombre de los que ya no quedan...




martes, 26 de mayo de 2015

Reservoir pics XXII

Bruce flipando con su primer disco...




miércoles, 20 de mayo de 2015

Reservoir pics XXI

Para ellos solo eres un bicho raro, como yo.




viernes, 15 de mayo de 2015

El discreto encanto del erotismo (y II)

La edad de oro: los años 70

El cine comercial siempre ha sido enemigo del erotismo; como le ocurre con la violencia, la política, la religión y demás temas considerados espinosos, a veces lo utiliza para atraer al público, pero le da miedo llegar demasiado lejos y que la polémica pueda ir en su contra, así que suele limitarse a cumplir poniendo alguna escenilla estereotipada y casi metida con calzador.

Precisamente, la gran baza del cine independiente y lo que le permite sobrevivir ha sido siempre el ofrecer más sexo y violencia de lo que Hollywood se atreve a mostrar. Por lo tanto, no es de extrañar que cuando por fin se crea el sistema de clasificación por edades y todo tipo de cine se puede exhibir legalmente, la oleada de erotismo de los años 70 llegue principalmente de Europa, sobre todo de sus dos industrias cinematográficas más fuertes: Francia e Italia.

Pasolini...
En este aluvión se puede encontrar absolutamente de todo: películas comerciales poco transgresoras y sin mayores pretensiones, como la saga Emmanuelle (la primera parte dirigida por Just Jaeckin en 1974) o Bilitis (David Hamilton, 1977), adaptaciones de clásicos de la literatura erótica como Historia de O (de Casanova (Federico Fellini, 1976) o Salò o los 120 días de Sodoma (Pier Paolo Pasolini, 1975), títulos muy personales de los más prestigiosos autores de la época, como Bernardo Bertolucci (El último tango en París, 1973), Luis García Berlanga (Tamaño natural, 1977), Nagisha Oshima (El imperio de los sentidos, 1976), Marco Ferreri (Adiós al macho, 1976), cine sensacionalista con pretensiones de vanguardia como Portero de noche (Liliana Cavani, 1974) o las primeras obras del español Bigas Luna (Caniche, 1979) y, por supuesto, una retahíla infinita de secuelas, imitaciones, subproductos y sub-subproductos.

Se puede ver que Francia aportó las películas más comerciales e Italia tuvo más éxito en el mercado internacional con el cine de autor. Sin embargo, el underground americano aportó también otro autor fundamental y pionero del género, Russ Meyer. Su cine, personalísimo y fácilmente identificable por las inverosímiles tallas de sujetador de sus estrellas femeninas, absolutamente inéditas en una época anterior a la revolución de la silicona, es demasiado delirante para considerarlo simple exploitation comercial; el rey del mal gusto, el director John Waters, considera la obra de Meyer Faster pussycat kill kill (1966) como la mejor película de todos los tiempos. Otros títulos importantes suyos serían Más allá del valle de las muñecas (1970) y la trilogía Vixen, Super Vixens y Beneath the valley of the Ultra-Vixens (1968, 1975 y 1979 respectivamente).

El imperio de los sentidos. Ai no corrida, en su título original...
Hay que señalar también que en la marea erótica de los 70 dan sus primeros pasos, en Holanda y Canadá respectivamente, dos nombres fundamentales del fantástico moderno: el primero, Paul Verhoeven, más comercial, llevó a cabo en 1973 el mayor éxito de toda la historia del cine holandés, Delicias turcas y siempre ha separado el cine erótico del fantástico salvo en la excelente El cuarto hombre (1983); el segundo, David Cronenberg, más experimental, los ha mezclado desde su primera película, Vinieron de dentro de... (1975).

El erotismo de los grandes estudios: de los años 80 en adelante

La nueva década marca el fin de la era de oro del erotismo; con la llegada del vídeo, muchos adictos al género prefieren disfrutar de sus estrellas más calientes en la intimidad. Además, la llegada al poder de Ronald Reagan y la aparición del SIDA evitan que se pueda hablar del tema con la despreocupación y la alegría anteriores; por otra parte la industria americana se hace más fuerte y el cine europeo entra en una crisis que estuvo a punto de llevarlo a la extinción. Y ya vimos que la industria es más bien enemiga de lo erótico. El género empieza su crisis y se refugia en sus dos principales bastiones, USA e Italia.

El erotismo que llevan a cabo los grandes estudios americanos, aparte de ser bastante más suave y menos explícito que el europeo de la década anterior, suele adoptar un punto de vista conservador de asociar sexo con peligro y muerte; de ahí el éxito del thriller erótico, subgénero que descubrió a la gran Kathleen Turner en Fuego en el cuerpo, lanzó a Jessica Lange (El cartero siempre llama dos veces, Bob Rafelson, 1981), y más tarde también a la no menos estupenda Sharon Stone con Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992). Otros títulos de la misma tendencia serían El beso de la pantera (Paul Schrader, 1982) o subproductos a mayor gloria del pene de Bruce Willis como El color de la noche (Richard Rush, 1994), etcétera.

Nueve semanas y media (Adrian Lyne, 1986) fue el mayor éxito comercial del cine erótico durante los años 80. Se trataba de la adaptación de una novelilla sadomasoquista, pero el resultado final fue un videoclip gigante tan light y tan difuso que es difícil darse cuenta. Sin embargo, la película caló tan hondo que Kim Bassinger se convirtió en la mujer más deseada del mundo y, aún hoy en cualquier fiesta en la que suene el célebre You can leave your hat on de Joe Cocker, nunca falta el inevitable gracioso que empieza a emular el strip tease de Kim. Su influencia no se quedó ahí; uno de los productores y guionistas de la peli, Zalman King, se animó más tarde a dirigir Orquídea salvaje de nuevo con Mickey Rourke. Fue el comienzo de una carrera como erotómano impenitente que continuaría con más pena que gloria en Piernas de terciopelo o Delta de Venus; su estética Playboy de persianas venecianas, heredera de los ochenta, sigue siendo la dominante en la mayor parte de la producción erótica americana, casi íntegramente dirigida al mercado del vídeo.

Instinto básico o el inicio de todo un género
En los 90, Instinto básico fue el mayor bombazo. Inmediatamente después, Sharon Stone intentó repetir la jugada con Sliver-Acosada, otro thriller erótico dirigido por Phillip Noyce, un australiano que había hecho un trabajo bastante competente en Calma total (1989), y escrita por el mismo guionista de Instinto básico, Joe Esterzhas. La película era de una mediocridad aplastante, pero su idea de partida resultaba particularmente buena: el voyeurismo del propietario de un edificio de apartamentos que espiaba a sus inquilinos con cámaras ocultas. La era de esplendor de Gran hermano que vivimos en toda Europa convierte a Sliver en un film adelantado a su tiempo.

También Verhoeven, el director de Instinto básico, espoleado por el exitazo, quiso volver a los viejos tiempos tórridos de sus primeras películas holandesas, esta vez sin la coartada del género policíaco. Se juntó de nuevo con Esterzhas como escritor, y el resultado fue Showgirls (1995), probablemente el más interesante intento de melodrama erótico de la historia de la industria americana, y un abierto desafío a la censura yanqui al estrenarla con la temida clasificación X. El film presentaba al sexo como un elemento de consumo más en el capitalismo salvaje y hortera de Las Vegas, donde está ambientada. Verhoeven jugaba peligrosamente en el filo, entre criticar el mal gusto y regodearse en él; aunque desde un punto de vista técnico su trabajo en la dirección fue impecable, no pudo evitar la inquisición de malas críticas y feroces descalificaciones por parte al mismo tiempo de los sectores más reaccionarios y de los supuestamente progresistas.

Visto lo visto, nadie se ha atrevido nunca más a presentar una película X en un gran estudio. Oye, que Showgirls tiene su gracia. Salen Jesse de Salvados por la campana y el agente Dale Cooper de Twin Peaks. Y también te sirve para echarte unas risas viendo algunas de las desopilantes escenas de la trama.

Otras propuestas
La década de los noventa trajo un resurgir del cine independiente y alternativo, lo que ayudó a que aparecieran algunas películas innovadoras sobre sexo. Uno de los títulos más importantes y pioneros de este renacer fue Sexo, mentiras y cintas de video (Steven Soderbergh, 1989). Era la historia de un ama de casa borde y reprimida (Andie MacDowell), y de un freak impotente (James Spader) que se consolaba grabando en vídeo y luego viendo las confesiones eróticas de sus conocidas; mientras, el marido de ella y mejor amigo de él (Peter Gallagher), típico yuppie de los ochenta y un pájaro de cuidado, se cepillaba a la hermana de Andie (Laura Saint Giacomo). Este pequeño culebrón rodado sin un duro de la forma más sencilla tuvo un éxito atronador para una película de sus características. La clave seguramente fue que los problemas sexuales y existenciales que se contaban eran compartidos por un público agobiado por el SIDA y el ultraconservadurismo de la política de Ronald Reagan y similares.

El cine erótico ya no podía volver a la inocencia hippie del intercambio de parejas de Bob, Carol, Ted y Alice (Paul Mazursky, 1969), pero todavía tenía mucho que decir.

El renacer del underground favoreció también la distribución de películas de contenido erótico contadas desde prismas diferentes al punto de vista tradicional del varón blanco cristiano heterosexual. El cine dirigido por homosexuales militantes o queer cinema (literalmente, cine marica) tuvo un pequeño momento de gloria con el reconocimiento alcanzado por la película, interesante pero sin duda sobrevalorada, Mi Idaho privado (Gus Van Sant, 1991), protagonizada ni más ni menos que por Keanu Reeves acompañado del malogrado River Phoenix. Su director no siguió en esa onda, sino que usó su éxito como carta de presentación para Hollywood, donde se dedicó a hacer dramones telefílmicos como El indomable Will Hunting o Descubriendo a Forrester, perpetrar remakes prescindibles para después volver a la senda indie.

Sexo de alto voltaje en El piano... o no.
El piano (Jane Campion, 1993) fue otro proyecto independiente apoyado por actores famosos (en este caso todo un dream team: Holly Hunter, Harvey Keitel y Sam Neill). La película parece pretender ser una indagación en la sexualidad de una mujer llevada a cabo por una guionista y directora también mujer, y no por un hombre como es lo habitual; el caso es que Holly Hunter va de liberada y se niega a acostarse con su marido, pero en cambio no pone reparos en que Harvey Keitel se la beneficie a cambio de recuperar su piano, que está en poder de él. Como la torpeza de la puesta en escena y del diseño de los personajes es notable, no queda claro si ella se enamora de Keitel al prostituirse para él o accede a prostituirse porque está enamorada, pero en cualquiera de los dos casos la visión de la directora sobre la sexualidad de las mujeres es de premio. Lo mejor es cuando ella le envía a su amante un mensaje escrito en una tecla del piano, aunque antes él le ha dicho que es analfabeto. Este engendro fue uno de los mayores bombazos de toda la historia del cine de autor, y la música de Michael Nyman logró un insólito número uno en las listas de ventas. Inasequible al desaliento, la Campion perpetró después Humo sagrado (1999), que parecía ir en la misma línea erótico-pedante que la ha hecho famosa. El cine caliente que han llevado a cabo últimamente otras mujeres, en este caso francesas, con películas como Romance (Catherine Breillat, 1999) y Fóllame (Coralie y Virginie Despentes, 2000), al menos está produciendo un debate sobre la censura y los límites de la pornografía; son películas con escenas de sexo duro que se han librado por los pelos de la clasificación X y se están viendo en salas normales, desafiando la idea de que el porno es un ghetto sin ninguna inquietud artística.

También dentro del underground, aunque en su propia órbita, se mueve David Cronenberg, el erotómano más oscuro y transgresor; Cronenberg definió en su obra cumbre Videodrome (1983) un nuevo concepto de la sexualidad humana, la Nueva Carne. Los postulados de esta perversión/religión/filosofía son la fusión entre lo biológico y lo mecánico y la eliminación de las fronteras entre realidad y ficción (en Videodrome James Woods absorbía a través de su cuerpo una cinta de vídeo y Deborah Harry se convertía en una imagen de televisión). No está claro si el proceso de autodestrucción que sufren siempre los personajes de Cronenberg es positivo o negativo, si supone una condena o una liberación.

Si gran parte del cine de este hombre sigue los esquemas del porno duro (personajes viciosos que se mueven sólo en función de sus instintos sexuales, ritmo cadencioso, escenas similares que se repiten una y otra vez, atmósfera artificial y sensual...), Crash (1996) se puede considerar un porno de lujo. Los miembros de una curiosa secta sexual, integrada entre otros por algunos viejos conocidos del género como James Spader o Holly Hunter, se ponen a cien reproduciendo accidentes de automóvil y luego contemplando y sobando sus cicatrices y hematomas. Los adictos a la Nueva Carne no suelen interesarse por la vida ni la sexualidad convencionales. También en eXistenZ (1999), Jennifer Jason Leigh y Jude Law se enganchan al fetichismo, en este caso en forma de sensual juego bioinformático al que hay que conectarse físicamente.

Una de las últimas grandes aportaciones importantes al género es Eyes wide shut (1999), el testamento del gran Stanley Kubrick, y una de las mejores radiografías de la sexualidad y la pareja nunca vistas en el cine. Tom Cruise y Nicole Kidman interpretaban a un elegante y pijo matrimonio neoyorquino aparentemente muy feliz. Sin embargo, una noche ella, ligeramente colocada, confiesa una fantasía erótica en la que soñó con fugarse con un desconocido; la parrafada que le suelta al panoli de su marido, rodada en un primer plano intensísimo que Kidman aguanta magistralmente, revela que su relación de pareja es bastante insatisfactoria a pesar de las apariencias. Él, que no se había dado cuenta de nada, se queda patidifuso; en este momento la película toma su punto de vista y nos introduce en su mundo de fantasías de reprimido. En su vagar por las calles de la ciudad durante una noche, el mundo exterior que lo rodea está plagado de sexo: todas las mujeres que aparecen se le insinúan, aunque siempre hay algo que evita que la cosa vaya más lejos, y también todas esas mujeres representan un peligro. Su fantasía más desbocada, la de una orgía, la mejor secuencia del film y donde Kubrick desarrolla todo su poderío visual, resulta ser también la más peligrosa.

En realidad este personaje es bastante parecido a los adolescentes de las películas de juergas de instituto y universidad, o a las películas de Alfredo Landa o Pajares y Esteso, y comparte unos sentimientos de deseo y al mismo tiempo temor ante el sexo bastante equiparables. La diferencia, claro está, es que Kubrick rueda con estilo y sin zafiedad y ve a su protagonista con distancia en vez de identificarse con él; con quien sí está de acuerdo el director es con el inteligente personaje de Nicole Kidman: de hecho, por si quedara alguna duda, ella resume toda la tesis de la película en su discursito final, que acaba con un contundente fuck. Kubrick buscó hacer la obra definitiva de cada género, y en el erótico consiguió llevar a cabo, si no la definitiva, al menos probablemente la mejor hasta ahora.

La censura
Uno de los capítulos más apasionantes de la historia del cine es el de la censura. Su existencia es tan antigua como el cine mismo y su permanencia sigue hasta hoy en día, por más que muchos crean que es cosa del pasado. La explicación de su existencia y la defensa de su funcionamiento va más allá de una cuestión ética. El cine es un excelente elemento de propaganda y la censura es una de las principales herramientas que regula el pensamiento de las masas. Durante el segundo cuarto del siglo XX, la Junta de Censores Cinematográficos (establecida en 1912 por petición de los mismos empresarios del cine por motivos comerciales y de prestigio), tuvo como premisas las que nos detalla Roger Manvell en su interesante libro Film (1944):

"Las preocupaciones del equipo de censores, al observar centenares de películas anuales, pueden resumirse en las siguientes prohibiciones generales:
1- Religiosas: La figura materializada de Cristo. El tratamiento irreverente de prácticas y ritos religiosos. El tratamiento irreverente de la Biblia y las alusiones bíblicas.
2- Políticas: Todo lo que pueda herir las susceptibilidades extranjeras. Todo lo que pueda fomentar la inquietud y el descontento sociales (La proyección general de películas rusas en Gran Bretaña tuvo lugar recién a partir del momento en que Rusia entró en Guerra).
3- Sociales: Desnudez (excepto en los negros), blasfemar, orgía indecente, desprecio por el Estado y la vestidura real, conducta lasciva (¡qué dificultades!), vestimentas lascivas, ebriedad indecorosa, parto y sus dolores, enfermedades venéreas, relaciones sexuales entre blancos y gente de color (no se incluye a mestizos), instigación al crimen, exhibición de hábitos por las drogas, escenas prolongadas de brutalidad, ahorcamientos y ejecuciones, crueldad con chicos y animales, escenas antagónicas entre el Capital y el Trabajo, seducción sin frenos, noches de bodas sin frenos, operaciones ilegales, prostitución, incesto, epilepsia realista".

Ahí queda eso... Y aquí corto ya, me censuro, que estoy viendo que está siendo demasiado largo...




miércoles, 13 de mayo de 2015

El discreto encanto del erotismo (I)

Reconozco que es fácil, muy fácil. Digo lo de confundir erotismo con pornografía. Tiremos de diccionario para desentrañar este misterio.

Pornografía: Carácter obsceno de obras literarias o artísticas.
Erotismo: Exaltación del amor físico en el arte.

Ahí tenemos una diferencia aunque discrepo sensiblemente con los señores académicos en la acepción de pornografía. Sexo por el sexo, sí, sublimación del acto costal con el (casi) único interés de “poner” al personal, vale. Pero de ahí a calificar la pornografía como algo “obsceno” me parece que ya raya en lo mojigato. Pero no estamos aquí para defender a la pornografía porque doctores tiene la iglesia y no seré yo uno de ellos (aunque dicho sea de paso), me parece un género literario o cinematográfico, como otro cualquiera, con sus peculiaridades, claro.

En el erotismo, el concepto se muestra más diáfano. Los señores académicos aciertan algo más en esa acepción, aunque el concepto popular de lo erótico, y entrando ya en materia, del cine erótico, parece ser el del que está concebido para “exaltar” o “excitar” al personal sin rebasar los límites de lo que la moral cristiana y la legislación de ciertos países consideran pornografía. Me cuesta creer que a estas alturas, aún se confundan términos y se meta en el mismo cajón ambos fenómenos. La gente peca de arbitrariedad al hablar de estos términos. Acudamos a percepciones a pie de calle para ver qué se tiene por una cosa y qué por la otra. Si los actores fingen en una película es erótico y si no fingen es pornográfico. Visión simplista y reduccionista que deja en fuera de juego otros matices. Como en otros aspectos de la vida, hay muchos matices de grises entre el blanco y el negro y en el campo del erotismo no iba a ser menos. Si esa es la definición aceptada por la mayoría, el género visto así queda en una cosa bastante pobre y me atrevería que decir que rayando en lo underground o marginal: un quiero y no puedo, una tierra de nadie o un frustrante sucedáneo del cine X. Pero como estamos aquí para intentar aclarar ideas y enterrar mitos, analicemos la cuestión más en profundidad. Está claro que los que quieren alegrar su entrepierna no se andan con tonterías y van directos a ver porno en internet, y los que tienen otras inquietudes piensan que otros géneros se las podrán saciar mejor. No es de extrañar que al erotismo le cueste encontrar un público y sólo mantenga una buena salud en países que todavía no han resuelto la cuestión de la censura: Estados Unidos, donde las películas de Pedro Almodóvar son consideradas pornográficas (!), e Italia, país donde la lujuria sigue siendo el pecado nacional y donde la proximidad del Vaticano provoca aún de vez en cuando, algún que otro caso bochornoso de prohibiciones de películas. Afortunadamente en nuestro país, la Transición tapó muchas bocas críticas con el generalizado destape de las actrices patrias y poco tiempo después, la censura dejó de dar tijeretazos a diestro y siniestro.

Lo pornográfico en Almodóvar... (¡Átame!, 1989)

También es cierto, que entre el mundo de los entendidos ha habido bastante ignorancia, quizás por desconocimiento del medio en el que se desenvolvía la industrial del cine erótico e incluso por prejuicios ideológicos que se aplicaban a lo que se estaba viendo en la pantalla. Así, algunos críticos tampoco ayudaron al establecimiento del cine erótico como un género consolidado y en cierta medida, respetable; hubo una época en el que el concepto de película erótica lo aplican sólo a las españoladas e italianadas de los años setenta. Un film que compagine el contenido tórrido con alguna pretensión artística ya no es una película erótica a secas, sino un drama erótico o un thriller erótico, terminología que aún se siguen usando, con bastante miedo a decir que una película como por ejemplo Fuego en el cuerpo (obra maestro del noir y del erotismo, escrita y dirigida por Lawrence Kasdan), es una película abiertamente erótica por cuanto toca nuestras más profundas pulsiones. Sin embargo, en la época de su estreno (1981), a esta cinta simplemente se la catalogó como “drama” o “cine negro”.

Podemos contemplar otra opción para considerar erótica a una película que sería la que plantea otras cuestiones o utilice elementos de otros géneros, pero que se centra en varios o en alguno de los aspectos de la sexualidad, al margen de si los personajes practican el sexo o tienen comportamientos relacionados con el mismo. Seguramente sería muy chocante para muchos el llamar eróticas a películas de qualité donde ni siquiera hay desnudos, como Sexo, mentiras y cintas de video (Steven Soderbergh, 1989) o muchas obras de Woody Allen, pero sería un concepto más amplio y más completo del género. Lo que es innegable es que tanto en un caso como en otro estamos hablando de obras plenamente sexuales, por cuanto el sexo (hablado), está muy presente.

Breve historia del género

Los orígenes
Somos lo que somos. Y si en el confort de nuestra intimidad nos comportamos como lo que somos, seres sexuales, esas actitudes también se tuvieron que reflejar desde los primeros momentos de ese invento llamado cinematógrafo. Incluso el porno tuvo sus primeras demostraciones en esos pequeños cortos que hace unos años editó una productora bajo el título (creo recordar) El sexo de nuestros abuelos. Pero durante muchos años no existió el cine para adultos; el cine era el entretenimiento popular para toda la familia, y lo que no fuera adecuado para los niños, sencillamente no se podía ver en la pantalla. Esta imposición de la mirada infantil convirtió al sexo en algo inexistente o reducido a su mínima expresión en el cine clásico.

Tuvieron que pasar muchos años, y muchas películas, para que se pudieran comprobar los primeros escarceos eróticos en una pantalla grande. Como uno de los momentos fundacionales está, a mi modesto entender, esos maravillosos contoneos de Rita Hayworth entonando (en realidad quien cantaba era Anita Ellis), Put the blame on mame en Gilda (Charles Vidor, 1946), con un vestido ajustado pero nada escandaloso. Esas fueron las escenas más atrevidas del celuloide de los años 40 y lo más parecido al cine
Gilda. Rita.
erótico que se puede encontrar en el Hollywood de la época. Por supuesto, algunos directores muy hábiles eran capaces alguna que otra vez de subvertir las reglas de los géneros y convertir de forma velada la sexualidad de sus personajes en el motor de la historia: uno de los casos más famosos es Vértigo/De entre los muertos (Alfred Hitchcock, 1958), thriller durante la primera mitad de la película y un estudio del fetichismo y e incluso de la necrofilia durante la segunda.

Pero qué podemos decir de Hitchcock que no se haya dicho ya. Indudablemente es el gran erotómano de la etapa clásica de Hollywood. El elenco de rubias que actuaron en sus filmes es abrumador (Madeleine Carroll en Los 39 escalones y Agente secreto, Carole Lombard en Mr. and Ms. Smith, Ingrid Bergman en Recuerda y Encadenados, Grace Kelly en Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón, Doris Day en El hombre que sabía demasiado, Vera Miles en Falso culpable y Psicosis, Janet Leigh, también en esta última, Kim Novak en Vértigo, Eva Marie Saint en Con la muerte en los talones, Tippi Hedren en Los pájaros y Marnie, la ladrona o Julie Andrews en Cortina rasgada). Las “perversiones” del señor Hitchcock (dicho desde el cariño y la admiración a su cine), no acaban ahí, puesto que el asesino protagonista de Frenesí, estrangulaba a sus víctimas, siendo estas preferiblemente mujeres rubias.

Otro gran erotómano fue Luis Buñuel, sobre todo en su etapa mexicana en la que se configuró como todo un experto en hacer melodramas a partir de las paranoias sexuales de obsesos, como en Él o en Historia de un crimen. Más adelante, el director de Calanda escalandizaría a los más puritanos con ciertas escenas (y en general con todo su discurso narrativo), de Viridiana o de Belle de jour, entre otras.

El cine de los 50 también nos dejó algunas muestras de cierto erotismo subyacente en algunos fotogramas. No muchos es cierto. Recordemos que estamos en plena época de utilización del código Hays (documento que “recomendaba” ciertas prohibiciones en todo lo que significaba mostrar alguna parte del cuerpo), censura pura y dura que  por ejemplo en uno de sus artículos dice que “las escenas de pasión no deben ser introducidas en la trama salvo que sean indispensables. No sé mostrarán besos ni abrazos de una lascividad excesiva, de poses o gestos sugestivos”. Ahí queda eso. Apuntemos también que el “trabajo” realizado por el Comité de Actividades Antiamericanas, propulsado por el senador McCarthy, hizo que muchas de las mejores plumas de Hollywood, se escondieran en temor a posibles represalias. Entre ellas está la de Gore Vidal, cuya famosa escena abiertamente homosexual en el guión de Espartaco, entre los personajes de Tony Curtis y Lawrence Olivier, fue eliminada del metraje original (impagable ver a los dos hablando de gustos sobre caracoles y ostras).



Pero a lo que íbamos. Escenas eróticas (aunque fueran superficiales) las hubo. Analicemos para ello La gata sobre el tejado de zinc. Ya en el texto de Tennessee Williams subyace ese fragor erótico en la dialéctica de los dos personajes principales. Trasladados al celuloide, la pulsión erótica se vuelve más franca al ver a dos monstruos del cine de esa época (y dos bellezas), como son Elizabeth Taylor y Paul Newman. El quiero y no puedo de ella, al no obtener “respuesta sexual” de un marido, atormentado por el recuerdo de un amigo al que desea y no puede tener porque ya ha muerto, muestra el discurso abiertamente sexual pero que gracias a la pericia como director de Richard Brooks y al libreto de Williams, resalta bajo un pátina de difícil relación matrimonial.


Continuará....





sábado, 9 de mayo de 2015

Otros lugares... otras visiones IV: El juego del muerto

El juego del muerto, señores. El blog del señor Juan García Rodenas (que además de haber sido compañero de profesión, es amigo mio). Solo puedo decir que es para tener mucho tiempo y quedarse buceando en su blog. Y como no sé describir su web mejor que él, pues que el mismo Juan lo haga. Os dejo con el maestro...



Odio a esos que se describen en tercera persona.  
Mi nombre es Juan García Rodenas y actualmente vivo en la ciudad de Albacete, donde nací.
Este es mi blog. Mi web. Donde cuelgo lo que escribo, desde capítulos de novelas a opiniones acerca de la mostaza. Escribo porque la escritura es mi profesión. No es un hobby. Soy escritor. Otra cosa es que gane dinero con lo que me sale del teclado.
Como no soy de poner fotos mías, os dejo este cromo.
He trabajado en un montón de cosas que poco o nada tenían que ver con la escritura, salvo cuando fui corrector y redactor en un periódico ya fallecido durante los últimos seis años.
He publicado varias novelas, desdeBaladas que no canta el diablo(Diputación de Albacete, 1998.) aAlbaville (Ediciones Mimpresora, 2014), entre las que se incluyen La Saga de la Ciudad Oscura. También he participado en varias antologías de cuentos y de poesía, revistas y fanzines (sobre todo cuando existían).
Actualmente trabajo en la segunda parte de Albaville.
Mis influencias, hum, claro, aquí podría ponerte un montón de nombres, para parecerte más culto o más guay, pero yo no soy de esos (no estoy escribiendo esto en tercera persona, ¿recuerdas?), así que sólo mencionaré mis cuatro géneros favoritos: ciencia-ficción, terror, policiaco y fantasía. Esto abarca desde Stephen King a Tolkien, pasando por Asimov y Hammet, entre otros. Y todo lo pulp, claro, desde los yayos del Círculo Lovecraft a los modernillos de la weird fiction. Intento que mis textos tengan un poco de todo esto, así que te puedes hacer una idea de por donde van los tiros.   
Siempre he pensado que era mejor que mis textos hablasen por mí, así que no me alargo más. Échale un ojo a las entradas del blog, a las novelas por entregas, descárgate alguna, que son gratis, y pon un comentario o lo que tú veas.
Muchas gracias por pasarte por aquí y vuelve cuando quieras. 



viernes, 8 de mayo de 2015

Reservoir pics XX

Rocky Graziano fotografiado por Stanley Kubrick




jueves, 7 de mayo de 2015

Todo por una bandera

Vlade Divac. Drazen Petrovic. Dos cracks. Dos amigos cuya amistad se esfumó cuando uno tiró la bandera del otro al suelo. Y entre medias, una guerra salvaje...

Personalmente, me quedo con que son dos de los más grandes baloncestistas que he visto jugar.


Este documental es puro oro...



martes, 5 de mayo de 2015

Mi editorial

Cuando me fui a Albacete, me quedé con esto...


Al compañero y amigo,
Miguel Ángel Bolaños


CUATRO AÑOS de periodismo compartido,
de debate político, de cafés
apurados al hilo de una conversación
amalgamada de mil y un asuntos, de
desencuentros y convergencias sobre páginas
desayunadas con palmas de algunos y pitos
de los menos. No vamos a descubrir a estas alturas
a Miguel Ángel Bolaños. Nuestro compañero
ha conseguido lo que muchos quisieran
y no pueden, espantar la indiferencia de
quienes, por una razón u otra, se han encontrado
en su camino. Eso está al alcance de muy
pocos, sin duda prohibitiva para los mediocres
y aún más para los necios. A Miguel Ángel
lo vamos a echar de menos; su erudita y
privilegiada mochila de ideas, su tozudez a veces
desesperante, sus aciertos brillantes y lúcidos
y sus errores edulcorados por la candidez
del bocado de Adán dejarán una huella
imborrable en los que hemos tenido la oportunidad
de ser testigos de su emerger periodístico.
Aunque de su éxito poco podemos
atribuirnos los demás, por cuanto donde hay
mimbres salen buenos cestos. Sólo te vamos
a decir hasta luego; ya sabes que no nos gustan
las despedidas, entre otras cosas porque
sabemos que esto no lo es. Sólo un intermedio
en esta entrega de la película de tu vida.


La editorial que me dedicó mi amigo y maestro Miguel Verdugo al abandonar el Información... Gracias, compañero.





domingo, 3 de mayo de 2015



Ya somos todo aquello
contra lo que luchamos a los veinte años.

Antiguos compañeros se reúnen
José Emilio Pacheco



sábado, 2 de mayo de 2015

Vida de un periodista

Hace unos días el Heraldo de Aragón publicaba un artículo donde recomendaba las cinco películas que todo estudiante de periodismo debe ver. Lo podéis leer aquí.

Películas maravillosas que son buena muestra del periodismo. El pequeño problema es que los jóvenes periodistas no van a oler jamás esa profesión que por ejemplo, recoge tan bien Todos los hombres del presidente. A ellos no les espera un jefe benevolente como Ben Bradlee, una dueña de la empresa comprensiva como Katherine Graham ni horas y horas de investigación. A ellos les esperan ruedas de prensa inanes, copia y pega de notas de prensa infames y jefes que no entienden qué es el periodismo...

Ah... y sueldos de mierda (cuando los hay).



viernes, 1 de mayo de 2015

Todos juntos

Solo una imagen. Una sola para homenajear a la clase trabajadora. Todos juntos.


El cuarto estado. Giuseppe Pellizza da Volpedo.

Quien quiera saber más sobre la obra y su significado, que pinche aquí.