Donde se cuentan las razones que pasó este simple gacetillero con otras aventuras de felice recordación...
En un lugar de la Tacita de Plata, de cuyo nombre sí quiero acordarme, no ha mucho tiempo que visitó, un juntaletras de los de pluma en astillero, camiseta rala, gafas de pasta y furgoneta melocotonera... Un sándwich de pollo con más lechuga que carne, una cervecita descarriada y la sensación de ser observado por una patrulla de los municipales consumían las tres cuartas partes de sus desvelos cuando quiso visitar la Gran Casa de los Ladrillos Coloraos, hogar y señorío de la gran giganta Teofilinona de la Gaviota Opaca, para presenciar singular muestra de la caricaturesca teatralidad de la compañía Ron Lalá, llegada procedente de las más centradas tierras de Castilla.
En esto descubrió el simpar juntaletras cuatro o cinco actores que movían los brazos cual molinos de viento en campo manchego, presentando un bello ejemplo del teatro del que agora es buena muestra, llamado En un lugar del Quijote. Y tan presto los vio el plumilla, se dijo a si mismo (puesto que a pesar de no contar con hacienda suficiente para disponer de escudero, sí que tenía a su servicio a un becario en prácticas): "la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque lo que vemos allí, son cuatro o cinco desaforados actuantes que se descubren y con quien pienso hacer batalla intelectual, para ansí, (aunque no lo pensare de tal guisa) dejarles que me quiten la vida a pensamientos y risas, despojos míos con los que comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios mostrar al orbe entero tan buena simiente que es plantada sobre la faz de la tierra.
"¿Qué gigantes, digo, actuantes?" dijo el becario, al que llamaremos... Pequeño Nicolás...
Pero nuestro bienamado y leal escribiente continúa con su relato de los sucesos acaecidos en los dominios de la altisonante Teofilinona. Aquellos que allí ves, apostilló el versado en letras, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas. Mire vuesa merced, respondió Pequeño Nicolás, que aquellos que allí se parecen no son actuantes, sino magníficos actores de la compañía Ron Lalá que han venido a actuar a la Tacita de Plata, y lo que en ellos parecen brazos son las artes con las que han encandilado al personal, que por otro lado, estaba entregado a la causa. Y es que, el sabio público de la Casa de los Ladrillos Coloraos no comulga con piedras de molino y es de buenas entendederas. Bien parece, respondió Don Quijote, que no estás cursado en esto de las aventuras de la comedia y la tragedia; ellos son actuantes y gentes de farándula infecta, y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiero y desigual parlamento. Y diciendo esto, no dio de espuelas a caballo porque no lo tenía y sin atender a las voces que su becario le daba, advirtiéndole que sin duda alguna aquellos que iba a acometer eran buenos actores dentro de un espectáculo colosal en el que la interpretación se conjugaba a la perfección con una escenografía y una música también protagonistas..., se dispuso a la marcha. Pero él iba tan puesto en que eran simples y vivarachos actuantes de medio pelo, que ni oía las voces de Pequeño Nicolás, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran; antes iba diciendo en voces altas: non fuyades, cobardes y viles criaturas de los escenarios, que un solo crítico es el que os acomete. Levantóse en esto un poco de viento (que esto en la Tacita es muy del gusto) y los grandes trazos de las interpretaciones de los cinco componentes de la compañía comenzaron a moverse, lo cual visto por Don Quijote, dijo: pues aunque mováis más brazos que los del gigante Briareo y actuéis mejor que Rajonius el Plasmático, me lo habéis de pagar, que han sido 20 euros de vellón la entrada y me habéis dejado secarral en la faltriquera.
Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora la princesa Leia de Alderaan, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su cuadernito de notas, con la pluma en ristre, arremetió a todo galope con la actuación de los cinco intérpretes que poco a poco iban desgranando las bondades y virtudes de un texto que sigue siendo inmortal pero, tras una lanzada en el boli, la crítica se volvió con tanta furia, que la mera representación hizo pedazos al crítico juntaletras, llevándose tras sí sus prejuicios y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por la graciosa influencia de lo dinámico del texto y de los humorismos, y también por las canciones, siempre bien colocados por los intervinientes en la obra. Acudió Pequeño Nicolás presto a socorrer a todo el correr a su buen señor, y cuando llegó, halló que no se podía menear, tal fue el golpe que Ron Lalá provocó en el gacetillero. ¡Válame Dios! dijo el servil becario; ¿no le dije yo a vuestra merced que mirase bien lo que hacía, que no eran sino grandes actores y una buena obra la que se prestaba a servirse al público, y no los podía ignorar? Calla, amigo Nicolás, respondió el esbozo de crítico, que las cosas de la cultura y de la teatralidad, más que otras, están sujetas a continua mudanza, cuanto más que yo pienso, y es así verdad, que aquel sabio Stanislavski, que me robó el aposento y los libros, ha vuelto estos titiriteros en buenos actores por quitarme la gloria de su vencimiento: tal es la enemistad que me tiene; mas al cabo han de poder poco sus malas artes contra la voluntad de mi lapicero. Dios lo haga como puede, respondió Pequeño Nicolás. Y ayudándole a levantar, tornó a subir sobre su furgoneta, que medio despaldada estaba ya que no había pasado aún la ITV; y hablando en la pasada aventura, siguieron el camino de la Villa Siculana, hogar de los malvados urbanizadoresgratuitos, no sin antes volver a la serenidad y la cordura y darse cuenta que los miembros de Ron Lalá una vez más habían entablado batalla y habían salido vencedores totales de la afrenta.
Con el permiso de don Miguel de Cervantes y Saavedra.
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