RAÍCES Y PUNTAS

Q
uien sea de la tesis de que Albacete no tiene historia, puede ir cambiando de opinión. Esta ciudad hunde sus raíces en el medievo, cuando media luna ondeaba en los pendones de casi toda la península Ibérica y los cristianos eran una comunidad recluída en los Montes de León. El paraje llano sirvió para la eclosión de un grupo de pobladores que fueron dando vida a la al-Basit que posteriormente fue creciendo como núcleo de población importante, primero al amparo de la vecina Chinchilla y luego como entidad con independencia y vida propia.

Celebraba ayer Albacete su Día. Jornada festiva, conmemorativa y reivindicativa de su ser como ciudad y como faro del desarrollo de la provincia y de la comunidad autónoma. Es bueno por tanto, pensar en Albacete como punta de lanza de ese crecimiento económico que se requiere en tiempos de dificultades, pero sin renunciar a conocer unas raíces que se hunden en la noche de los tiempos. Es esencial acudir a esas raíces históricas y darlas a conocer, por eso, el envite mutuo y amistoso que todos los años se establece entre los municipios de Albacete y el de Castillo de Garcimuñoz se convierte en un hecho destacable que hay que conocer, y en eso estamos, porque puede ser que muchos albaceteños desconozcan que fue en esa fortaleza (que hoy da nombre al municipio) donde el 9 de noviembre de 1375 se llevó a cabo la firma del Privilegio de Villazgo para el núcleo de población de Albacete, cristiana ya, toda vez recuperada a los musulmanes. Fue Alfonso de Aragón, primer marqués de Villena, el que hizo posible alumbrar a Albacete como sujeto con entidad jurídica propia.

Y desde entonces hasta hoy. Siete siglos de historia. De penalidades y de triunfos. De pobrezas y desahogos. De crecimiento sostenido que hace de Albacete, una de las urbes de futuro. No me digan ahora que tirar de memoria histórica no sirve para nada, porque estarían haciéndole un flaco favor a los que lucharon por esta nuestra Albacete de hoy.

Foto: Pablo Lorente.