martes, 6 de enero de 2015

Colinas mutantes


Hoy, como es el día para los niños por excelencia, una de terror. Tras el estimulante remake que de Las colinas tienen ojos hizo en 2006 Alexandre Aja, debemos echar un vistazo a la versión original de 1977, segundo trabajo Wes Craven y, sin duda uno de los filmes de terror más importantes de esa década. Puede que algunos de sus elementos más escandalizadores hayan sido superados y que su estética sea anticuada, pero es difícil imaginar el impacto que causó en la época de su estreno, cuando se presentó ante un público que no estaba acostumbrado a tal género de depravaciones y que todavía tenía muy fresco el estado de shock causado por La matanza de Texas (1974), innegable prima hermana de esta película.

La trama puede resultar harto conocida, pero para aquel entonces no era algo tan común: en un viaje por carretera hasta California, la familia Carter (padre, madre, un hijo, dos hijas y el esposo y bebé de una de estas) comete el fatal error de desviarse por un paraje desértico de Arizona para ver unas antiguas minas de plata que el patriarca Carter acaba de recibir en herencia. Lo único que encuentran es un fortuito “accidente” que los pone a merced de una familia de caníbales liderados por una especie de mutante producto de radiaciones atómicas. Estos salvajes han vivido durante años apartada de la civilización, depredando a los incautos que se atreven a acercarse a sus dominios, y tras efectuar una masacre en la familia Carter, obligan a los supervivientes a convertirse ellos mismos en monstruos. El lema publicitario del filme no dejaba lugar a la duda: “los afortunados mueren primero”.

Aunque es cierto que de vez en cuando tiene unos bajones de ritmo alarmantes, lo cierto es que Wes Craven continúa siendo un perfecto ejemplo de lo que es un autor de género. En Las colinas tienen ojos toca un tema que se ha vuelto recurrente en su filmografía: la disolución y ruptura de la familia, así como la insalvable brecha entre las generaciones mayores y las más jóvenes. De hecho, no es casualidad que la película comience cuando Ruby, la más joven y “normal” del clan de los caníbales, esté manifestando sus deseos de escapar de su bestial clan. Al mismo tiempo, la familia Carter tampoco se nos muestra de una manera muy positiva, sino más bien como una pandilla de egoístas. Ambas familias están regidas por figuras paternas autoritarias y castrantes, y ambos padres terminan decretando la ruina de sus respectivas parentelas. El final, punto climático de este enfrentamiento, es un desahogo de violencia y brutalidad, una explosión de ira acumulada que da a la historia un desenlace aún más macabro. Hoy es difícil encontrar un final así sin que nos metan algún tipo de moralina.

Las colinas tienen ojos es un perfecto ejemplo de ese cine de terror que se hizo durante los 70, que no solamente se atrevía a mostrar sangre y escenas violentas sino que las ponía al servicio de un comentario sobre la condición humana más que interesante. Quizás sea la principal diferencia entre aquellos slashers y muchos de los de ahora, tan insustanciales.


Ale, película completa en versión original...

No hay comentarios: