N
i uno ni otro. Ni Zapatero ni Rajoy arrojaron luz sobre lo que puede representar para España este 2010 neonato que se presenta como una especie de remake mejorado del anterior. Como segundas partes dicen que nunca fueron buenas, no nos quedaremos ni con el optimismo exacerbado del presidente, ni con el pesimismo virulento del opositor, habiéndose demostrado ambas opciones como meras poses para ver pasar los toros desde la barrera.
Este año se presenta eso sí, como el de la salida de la crisis, algo por lo que apuestan firmememente el Ejecutivo central y algunos sesudos analistas, si bien, la idea no es compartida por el resto del arco parlamentario que entre realista y pesimista, creen que los españoles seguirán sufriendo con cifras desbocadas de paro y brotes marchitos antes de tiempo.
En el nivel político, también nos hallamos en la disyuntiva de comprobar si los dos grandes partidos se van a entender en cuestiones decisivas. Esos pactos de estado que antes se llevaban tanto y que ahora parecen molestar a unos por cuestiones ideológicas (metedura de pata de Zapatero), o por estrategia política (electoral). El caso es que a ninguno les parece conveniente arreglar ciertos asuntos que llevan ya sobre la mesa demasiado tiempo.
La sentencia del Estatut es otra patata caliente. Hace doce meses parecía inconcebible que el Constitucional no se pronunciara sobre el texto catalán, pero un año después, nos encontramos con que la sentencia no está... y se la espera impacientemente tanto en un sentido como en otro.
Este 2010 también tiene un nombre: Europa. España asume la presidencia de turno de la Unión Europea con el propósito de sacar a los países miembros de la recesión,... siendo uno de los estados con más problemas para llegar a ese fin. Esperemos que las luces y las pirotecnias con las que empezó esta presidencia no “electrocuten” a más de uno.
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