martes, 31 de agosto de 2010

HERMANITA POBRE


P
arece que va a pasar la legislatura y nos vamos a quedar con la misma asignatura pendiente de siempre. Desde que vivimos en el actual sistema administrativo parido de nuestra aún joven democracia, los ayuntamientos siguen aparcados en un rinconcito, como si estuvieran castigados en el rincón de pensar. Y en ese rincón hacen cábalas sobre cómo solventar los graves problemas monetarios que arrastran desde hacen años.

Las palabras claves con las que usted se debe quedar son financiación municipal. El alfa y el omega de los quebrantos causados por la financiación municipal ha sido el boom inmobiliario, el ladrillazo, las pequeñas y/o grandes corruptelas que en algunos casos han sazonado la actuación de ciertos munícipes (casi siempre en municipios del litoral). Durante muchos años, las haciendas locales lo fiaron todo al gran maná del ladrillo. Lo que entraba en la caja procedía de este sector que se convirtió en estratégico sin contar con que un simple pinchazo en la burbuja iba a provocar un cataclismo de consecuencias imprevisibles y por el que aún estamos temblando.

La ruina se asomaba a las cuentas municipales, y en estas estamos cuando el Gobierno anuncia que la financiación estatal a los consistorios va a ser este año similar a la aportada en 2006. No hay dinero señores. Si los ayuntamientos están “flacos”, no digamos la Hacienda estatal que busca debajo de las piedras balones de oxígeno que acompañen el trecho de la salida de la crisis.

Los ayuntamientos españoles soportan una deuda total que ronda los 30.000 millones (casi un cuarto, lo adeuda el de Madrid, sumido en una crisis sin precedente y del que ni siquiera el estoico Gallardón sabe cómo salir de ella), y para ello se han puesto en pie de guerra reclamando al Ministerio de Hacienda que abra nuevas vías de entrada de cash. Lo paradójico es que esas vías quieren hacerse a través de mayor endeudamiento, algo que el Gobierno no quiere consentir de ninguna de las maneras. Lo cierto es que parece contraproducente. Las líneas de préstamos organizadas por el ICO tampoco se han abierto y podrían ser una solución a corto-medio plazo para aliviar las tensiones financieras de las administraciones locales, aunque se corre el peligro de acudir a lo fácil (léase, volver a confiar en el ladrillo como modo de hacer que entre fácilmente el dinero en la caja). En estos días también nos hemos enterado que Hacienda les ha recordado a los consistorios que deben devolver los anticipos que el Gobierno autorizó y que son otro dolor de cabeza para muchos ayuntamientos que están con el agua al cuello.

Con este panorama, al Gobierno se le pasa el arroz de la financiación municipal. Hace más de un año, la FEMP urgió al ministro Chaves a que empezara a pensar en un plan para socorrer a los consistorios. Ahora sí, ahora parece que no. El tema es lo suficientemente grave como para dejarlo arriconado en un cajón del ministerio. La hermanita pobre de la democracia corre el peligro de quedarse con lo puesto. Y la verdad es que ahora mismo sólo le quedan unos pocos andrajos con los que vestirse.

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