domingo, 1 de marzo de 2015

Otros lugares... otras visiones II: Memento Mori y Los casos del comisario Gutiérrez

Un tipo que escribe francamente bien. El piropazo lo lanzo porque el autor de Memento Mori es amigo desde hace años y porque en realidad, el condenado escribe con una pasmosa facilidad que no desmerece la calidad de sus textos. Es de aquellos talentos ocultos para la mayoría mientras observas como en España se publican terribles mierdas que alcanzan ventas apreciables. Debo ser un tipo raro porque tengo unos cuantos amigos así: escriben por encima de la media, pero solo tenemos la suerte de leer sus obras unos cuantos escogidos.


El caso es que Memento Mori lleva ya una década larga deambulando por los terrenos del relato corto, de la narración pródiga en elementos borgianos, de monstruos interiores, de misterios no tan ocultos y de una precisa disección de la psique humana. A este muchacho le gusta divertirse con los vericuetos de la mente humana. Es un pequeño Hitchcock que guía los hilos del grand guignol de una escena que se escapa a todo raciocinio.


Pero es que ahí no acaba la cosa, porque nuestro maestro de ceremonias también nos presenta las aventuras de un investigador singular. Los casos del comisario Gutiérrez es su otro blog, un espacio para dar cabida a un delicioso homenaje a esos tipos duros de la novela negra deudora de los Hammett, Chandler o Thompson. Pero los casos de nuestro comisario son peculiares. Es un ser de otra galaxia, alejado de su realidad, abocado al desastre aunque siempre se balancee sobre el filo de la navaja. Tiene todos los defectos de los personajes del género, circunstancia que lo hace admirable, pero es consciente de que se siente extraño en su mundo. Sus andanzas continúan en el blog (¿terminarán alguna vez?), así que enciendan un pitillo, se lo colocan en la comisura y miren con cara de póker este blog que sabe a whisky y vodka y huele a tabaco rancio...

Se reclinó ante el escritorio de su despacho, se encendió un cigarrillo y observó el infinito. Alguien llamó educadamente a la puerta. "Comisario", le dijeron, "alguien quiere verle". "Seguro que no es para nada bueno", pensó él, "nadie me llama para nada bueno". Sin embargo, de sus labios solo brotaron las palabras "¡que pase!". Y no era ninguna rubia despampanante, por supuesto. Eran problemas. Más problemas. "¡Mierda!", pensó. Y aspiró otra calada.

Dos propuestas para dejarnos llevar por la prosa seca, cortante y directa de don José Antonio Sanduvete, aquel que nos recuerda que somos mortales después de todo.

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