Prueba de agudeza mental: piensen en una canción, una sola canción de cualquier grupo español de los 80 con moderado éxito por entonces que mantenga en 2015 la misma frescura que hace treinta años. Tic, tac, tic, tac... Vale, puede que algunas hayan salido pero analicen ustedes aquellas letras y comprueben si el paso del tiempo ha jugado a su favor. Segunda prueba de agudeza mental: díganme qué grupo de los 80 puede mantener la frescura después de tres décadas. Pocos, realmente pocos, señal de que la Movida lo único que dejó fue un recuerdo basado en lo bien que se lo pasaron unos cuantos en aquellos años.
Los Toreros están frescos. Y no porque se hayan llevado en la nevera en plan Walt Disney unos cuantos años, sino porque dar carnalidad a la historias de Manolito y sus amigos, de la mamá que tiene bigote, del falangista que se va de excursión o del mono contratado por la NASA, provoca una rápida conexión con su público. Público que deja atrás la nostalgia (que la puede haber, y además no es mala) para acoger estos temas como actuales.
Yo les auguro larga vida en la carretera. Y espero que no cambien un ápice. ¡A la mierda la evolución del artista! Los Toreros Muertos tienen que ser Toreros y Muertos por siempre jamás. Necesitamos su parte lúdica, sus conciertos sin desmayo, su teatralidad, sus canciones. Necesitamos sentir que hoy también es domingo...
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