miércoles, 4 de marzo de 2015

Los últimos supervivientes


Prueba de agudeza mental: piensen en una canción, una sola canción de cualquier grupo español de los 80 con moderado éxito por entonces que mantenga en 2015 la misma frescura que hace treinta años. Tic, tac, tic, tac... Vale, puede que algunas hayan salido pero analicen ustedes aquellas letras y comprueben si el paso del tiempo ha jugado a su favor. Segunda prueba de agudeza mental: díganme qué grupo de los 80 puede mantener la frescura después de tres décadas. Pocos, realmente pocos, señal de que la Movida lo único que dejó fue un recuerdo basado en lo bien que se lo pasaron unos cuantos en aquellos años.

El que esto firma vio el pasado sábado a un grupo de los 80 tocando temas de entonces con una frescura inusitada, tanta que en 2015, las canciones sonaron totalmente actuales. Me atrevería a decir más. Los Toreros Muertos (ah, perdón, era el grupo del que hablaba) hacen música necesaria. Pablo Carbonell hablaba con nosotros en la víspera de lo lúdico de su espectáculo. Creo sinceramente que a la música en español le hace falta eso: diversión. Nos pasamos el día lamentando lo poco que se vende y lo malo que es el 21 por ciento del IVA. Por eso salen productos que muchas veces son tristes, no divierten. Los Toreros Muertos se niegan a esa formalidad, reniegan de la normalidad, optan por ser impredecibles y una vez más, consiguieron llegar al personal con la veintena de canciones que dan forma a la gira Nadie le dará más por su dinero, que recaló el pasado sábado en el Teatro Falla de Cádiz.

Los Toreros están frescos. Y no porque se hayan llevado en la nevera en plan Walt Disney unos cuantos años, sino porque dar carnalidad a la historias de Manolito y sus amigos, de la mamá que tiene bigote, del falangista que se va de excursión o del mono contratado por la NASA, provoca una rápida conexión con su público. Público que deja atrás la nostalgia (que la puede haber, y además no es mala) para acoger estos temas como actuales.

Y es que hay mensaje en el cancionero de Pablo y compinches. Sí, sí, no se choteen. Lo hay. ¿O es que no hay ecologismo en Mi agüita amarilla? ¿O crítica contra los usos y abusos del totalitarismo en Falangista? ¿O una descarnada denuncia de la despersonalización del ser humano en la letra de D.N.I.? Vengan, busquen ahora un argumento en contra.  Si es que ya decía yo que estos tipos son muy indies... Ellos y Raphael.

Yo les auguro larga vida en la carretera. Y espero que no cambien un ápice. ¡A la mierda la evolución del artista! Los Toreros Muertos tienen que ser Toreros y Muertos por siempre jamás. Necesitamos su parte lúdica, sus conciertos sin desmayo, su teatralidad, sus canciones. Necesitamos sentir que hoy también es domingo...

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