LO QUE QUEDA DE BONO

N
o se puede negar que José Bono tiene un sentido especial para ser protagonista casi sin quererlo. La persona que detenta la presidencia de la tercera institución del país (tras la Monarquía y la Jefatura de Gobierno), ha acaparado titulares en la última semana con dos noticias de alcance: la obligatoriedad de hacer público el patrimonio de sus señorías diputados y senadores, y por otra parte, su (aparente) retirada de la vida pública. Bono se ha ido hasta Angola para decirle a los periodistas que no concurrirá a las próximas elecciones generales del 20 de noviembre.

Despeja la incógnita Bono. Ya lo venía anunciando desde hace semanas, aunque pocos le creían. Ahora es oficial. Lo deja para dejar paso a la savia nueva que venga a traer nuevos aires al PSOE y a la política nacional, porque seamos sinceros, la figura de Bono trasciende los límites del socialismo. El hijo de Salobre es un animal político en toda regla, como lo han sido Felipe González, Adolfo Suárez, Alfonso Guerra o el mismísimo Manuel Fraga, a quien Bono ha dedicado una carta en la hora de su retirada de la vida política. José Bono ha vivido la política desde los “bajos fondos” de la misma (en plena dictadura) hasta alcanzar las más altas cotas de su carrera siendo ministro y presidente del Congreso, pasando por hechos tan remarcables como el ser presidente de una comunidad como Castilla-La Mancha o vivir en primera persona el tejerazo del 23-F.

Bono va a dejar tras de sí un legado impecable como político. Su mezcla de tradicionalismo y de progresía siempre bien entendida ha sido aplaudida por muchos y en cierta forma, ha marcado la línea del socialismo en los últimos años a pesar de no liderar el partido al que pertenece. La historia analizará el legado de Bono a la política española, pero por encima de todo se tiene que quedar con algo que es difícil de conseguir: pocos políticos concitan tantas adhesiones del pueblo. Quizás sea eso de lo que se sienta más orgulloso.

Foto: jmalvarezblog.blogspot.com