jueves, 15 de octubre de 2009

SÁBADOS POR LA MAÑANA



E
l plan era bien sencillo en cualquier sábado por la mañana a mitad los años 80. Con aire somnoliento, te dirigías al salón y encendías (bien temprano para ser fin de semana), la tele y te ponías a ver La bola de cristal. Mientras el desayuno se enfriaba, te quedabas embobado con las pintas de una tal Alaska que ejercía de maestra de ceremonias, te divertías con las ocurrencias de la Bruja Avería (“Viva el mal, viva el capital”) y los Electroduendes, te sorprendías con las secciones de Pablo Carbonell y de Pedro Reyes y flipabas viendo a un tal Kiko Veneno disfrazado de Frankenstein y echándose un cantecito de los suyos.

Veinticinco años se cumplen estos días de la primera emisión de un experimento surgido en la etapa de mayor libertad de la democracia española... por lo menos en la tele. Han leído bien, sí. Hoy día sería imposible que un programa de las características de La bola de cristal no sólo ya triunfara, sino que se programara en las parrillas catódicas españolas. Sería impensable que un espacio como éste (en teoría infantil, pero pretendidamente manufacturado para despertar conciencias entre la juventud española), fuera seguido por más de cinco millones de personas un sábado por la mañana. Es innegable que las cuotas de libertad creativa alcanzadas por Lolo Rico (la madre del invento) y su equipo no se podrían conseguir en el actual panorama televisivo (que cuenta eso sí, con algunas maravillosas excepciones). Es inconcebible que un cuarto de siglo más tarde nos sintamos menos libres, tengamos mordazas que atenazan mensajes que deberían conocer todos los chavales a los que vendría muy bien unas cuantas dosis de este programa al que algunos hemos elevado a la categoría de mítico. Sin embargo, puede que hoy, La bola de cristal no triunfara.

A veces uno no encuentra razones para explicarse la actitud de jóvenes de hoy, su alta tasa de fracaso escolar, su pasotismo ante la vida actual... O sí, pero nos preguntamos si la diferencia abismal que existe entre nuestra Bola de cristal y su Sálvame, es indicativo del tipo de sociedad en el que vivimos.

Lo que está claro es que es increíble al grado de degradación moral al que hemos llegado a través de lo que se nos sirve a través de la televisión. Así es normal que comparemos una época dorada como la que vivimos algunos en los años 80 con esta Edad Media en colores en la que nos encontramos sumidos en la actualidad.

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