martes, 22 de septiembre de 2009

BELÉN ESTEBAN EN EL CONFESIONARIO

¿Te acuerdas? Los curas casados




L
a Iglesia Católica y sus contradicciones. Una institución que se mira de cara a un espejo y descubre sus propias debilidades, aunque no hace nada por hacerles frente. Uno de los grandes problemas que tienen actualmente sobre la mesa los señores obispos, cardenales y en última (aunque puede que primera) instancia el Papa, es la falta de vocaciones. Ya saben ese típico y plañidero discurso de que los jóvenes se alejan de Dios, que no hay sustitutos para los sacerdotes que están a punto de dejar su labor doctrinal y “bla bla bla”. Pero curiosamente sólo queda la queja, pero no hay atisbo de soluciones. Es algo lógico cuando lo que se promociona es el boato y la pompa vaticana en detrimento de la abnegada y valiosísima labor de clérigos en ese otro mundo que está aquí a la vuelta de la esquina pero al que le volvemos la cara una vez sí y otra también.

Viene esto al pelo por el asunto del celibato sacerdotal. ¿Saben que en España más de 5.000 curas están casados? ¿Y que estos representan a algo más del 20 por ciento del clero? Sorprenden estas cifras, pero más aún la ceguera absoluta de la jerarquía que desaprovecha este capital humano por la insensatez de prohibir el ministerio a alguien que se haya desposado. ¿En qué quedamos? Alabamos el sacramento del matrimonio, pero lo prohibimos para los nuestros. ¿Por qué? En lo fundamental, por una interpretación unidireccional de las Sagradas Escrituras, textos no olvidemos que en su mayoría alcanzan ya casi los 20 siglos de historia. Curioso que desde nuestra visión etnocentrista, luego critiquemos las interpretaciones y las aplicaciones de preceptos religiosos en otras confesiones como si fueran ley de debido cumplimiento. ¿Nos creemos mejor que otros?

Pues ahí los tienen. Más de 5.000 curas casados en España que se cansan de esperar a que sus jefes les digan que sí valen. Ellos desean ponerse manos a la obra (de Dios), pero sus superiores les coartan. Los vientos de cambio que surgieron del Concilio Vaticano II han amainado hasta dejar paso a una calma chicha que viene bien para mentes adocenadas y los amantes de pocos cambios, aquellos que con manu militari se han dedicado en los últimos treinta años a echar abajo el edificio reformista propuesto durante el papado de Juan XXIII.

La reflexión por tanto, es clara. Si existen escasas vocaciones, si el estamento clerical está mayor y hace falta savia nueva, ¿qué intereses mueven a la Iglesia Católica a no permitir a sus futuros empleados a decidir si quieren estar casados o no? ¿A qué tiene miedo el papado? ¿Por qué no da muestras de adaptación a los tiempos en los que vive? Puede que el permitir el apostolado a aquellos a los que ahora se les prohíbe ayude a construir Iglesia. Falta les hace.

Por cierto, lo de la Esteban simplemente era para llamarles la atención... Espero que haya triunfado mi propuesta. Gracias Be, tienes ganado el cielo.

2 comentarios:

Alfonso Piñeiro dijo...

juas juas juas, me mondo, como "El minuto de Belén" de SLQH. Durísimo pero certero artículo, ignoro si por encargo o por voluntad propia, camarada.

Miguel A. dijo...

Por voluntad propia compañero. Estas pequeñas "ventanitas" de libertad creativa son las que me apañan mi existencia profesional en la llanura manchega.