jueves, 25 de junio de 2009

NO DESEARÁS AL VECINO DEL QUINTO



H
ombre, tampoco es para tanto. Seguro que a usted tiene buenos vecinos en escalera, aquellos con los que comparte la típica ¿conversación? sobre el tiempo o al que acude para pedir un poco de sal. Puede que incluso comparta momentos de ocio transfigurados en unas cañas en el bar de la esquina. O simplemente que entre vecinos se establezca una relación de ignorancia mutua y educada. Sin embargo, a veces esos vecinos se unen, discuten, intercambian opiniones... ¿deciden?

Si algo tiene Albacete que exportar al mundo (aparte de sus navajas y cuchillos), es sin duda su modelo de participación ciudadana. Vale, que sí, que seguro que habrá cosas que mejorar y que existen disensiones en el seno del colectivo vecinal, pero si nos fijamos en lo que sucede por ahí, en otras capitales provinciales, en otras ciudades de importancia, el funcionamiento del Foro Participativo es más que óptimo. Viendo otras realidades paralelas y cercanas (de las que tengo un muy cercano conocimiento), el modelo propuesto por la ciudad de Albacete ofrece más garantías de participación que otras experiencias similares.

En nuestras circunstancias actuales, con una administración municipal atenazada por una perpetua crisis económica y con un escaso dinamismo en ciertas áreas de gobierno, el que una entidad como el Foro Participativo pueda llevar a cabo proposiciones (173 que serán elevadas a su Asamblea para ver su grado de evolución), es ciertamente meritorio. Por lo general, los ayuntamientos españoles hacen oídos sordos a la participación. Los ciudadanos cuentan cuando conviene (v.g. elecciones), pero a la hora de pedir, muchos esconden la testuz debajo de la tierra. Sin embargo, el Ayuntamiento de Albacete hace un esfuerzo por escuchar, lo mínimo que se les pide. Las propuestas llegan y se tienen en cuenta, otra cosa es que el grado de cumplimiento sea mayor o menor. Pero para eso está el colectivo vecinal, para apretar las clavijas a nuestros políticos y que las necesidades detectadas sean paliadas.

Lo penoso del llamado movimiento vecinal o de la participación ciudadana (nómbrenlo como gusten), es que se convierta en esclavo del subsidio fácil, circunstancia penosamente extendida en algunas provincias andaluzas. Con conocimiento de causa, he comprobado cómo existen cientos de colectivos vecinales dispuestos tan sólo a esperar las subvenciones municipales que luego se emplean en festejos varios. De movimiento vecinal nada de nada. De actividades de carácter social, nada de nada. De ayudas a la formación, nada de nada. Existe el problema vecinal y algunos no saben cómo impedirlo.

Quizás la solución a estos vicios (que se dan en todas partes, que conste), sea la inclusión de la juventud en las actividades del movimiento de participación ciudadana. Hacer que nazca en ellos ciertos estímulos para que se involucren en los problemas del barrio, es un modo más de hacer ciudadanos en el pleno sentido de la palabra. Sin embargo, y con honrosas excepciones, los jóvenes están agazapados, en un segundo plano. Una vez más, no se les da la oportunidad de saltar a la palestra, y estoy convencido de que hay buena cantera. El reto está lanzado.

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