miércoles, 26 de diciembre de 2018

Mitos (V)

Poesía y flamenco unidos por dos seres muy queridos por mi: Fernando Quiñones y Paco de Lucía. Ambos hablando de Zyryab, el Pájaro Negro, un humanista cuando aún no se hablaba de humanismo. Zyryab es el apodo que recibió el músico bagdadí (luego residente en Corduba) Abu Al-Hasan Ali ibn Nafi que vivió entre el año 789 y el 857, y que influyó decisivamente en el desarrollo de la tradición musical árabe en la Península Ibérica. Se le atribuye el invento del plectro (púa) utilizando la pluma delantera del águila, también añadió la quinta cuerda al laúd y creó un escuela musical sin precedentes. La tradición lo ha considerado como el padre de la música de Al Andalus, un músico que aglutinó la sabiduría de aquel magnífico crisol cultural. Pero por si esto fuera poco, fue además un pionero de las buenas formas en la mesa y de cómo adecentarse. Lo dicho, un humanista cinco siglos antes de que en Italia surgiera esa corriente.

Fernando y Paco le rindieron pleitesía al Pájaro Negro:

MUERTE DE ZYRYAB

Ahora blanqueará este Pájaro Negro que os trajo
la nueva vieja música, las artes
de la ropa, la mesa, amables pautas
en la insensible lepra de los días.

Adiós. Nadie ha de lamentarlo:
dos mil años, no ya sesenta y ocho,
también me hubieran sido breves entre vosotros
y me voy sin llegar a medir ni agradecer
cuanto aquí se me depara, el exaltado o apacible
rielar de horas más vivas que el turquí junto al blanco
del pichón o que el ciego, vedado beso
que enajena y consume la piel donde se ahínca.

Hay algo, sin embargo que, sobre la justicia
de que no llegue a ver el día de mañana,
grita, se desespera y pugna
por borraros y por borrar cuanto me disteis y os dí,
y mirarme otra vez huyendo de Bagdad sin saber para dónde,
o incluso antes, en la hambrienta
niñez y las arenas gastadas de mi pueblo.

Tal, el desatinado, el descortés,
risible anhelo de seguir
que me posee. Perdón
en fin por tan llorosa, más bien tosca
despedida del elegante
cantor que sólo aquí pudo ser él
y ser vosotros para siempre.

Fernando Quiñones. Ben Jaqan (1973).


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