miércoles, 12 de diciembre de 2018

El largo camino del mínimo


Todo empieza por un folio en blanco y una idea cazada al vuelo. Tras darle muchas vueltas, la idea se convierte en personajes, acciones, escenarios, principios, nudos y desenlaces. Un correo electrónico con la esperanza de que esas líneas sean tenidas en cuenta por tres personas alejadas por cientos o miles de kilómetros... y llega la decisión. Esa idea que impregnó el folio en blanco llega a las manos de otras personas que se juntan una tarde para leerla. A algunos les llega a la patata y creen que sería posible hacer algo sobre un escenario. Más vueltas a la idea, buscar a las personas adecuadas para darle vida sobre unas tablas y, horas de ensayo después, llega el día en que el público recibe el resultado de ese esfuerzo conjunto. Puede que tenga algo que ver o no. Pero lo que la audiencia termina aplaudiendo al final de la función es la conjunción de los talentos de muchas personas involucradas en torno a una obra de apenas diez o quince minutos que en Taetro han llamado mínimo. Curioso que algo con ese nombre involucre un esfuerzo colectivo de tal magnitud. Quizás aún no sabemos recompensar todo ese trabajo como es debido.

El caso es que Taetro lleva 20 años levantando el edificio del Certamen de Teatro Mínimo Rafael Guerrero con pequeñas piezas de autores, directores, actores... y ese edificio se sostiene con solidez y dedicación. Hace unos días pudimos comprobar la buena salud de la propuesta de la asociación chiclanera con tres nuevas piezas venidas de Galicia, Madrid y Aragón. Tres obras muy distintas en lo conceptual y en la aproximación efectuada por los miembros de Taetro. Tres mínimos que engrandecen la labor de este certamen pionero en la escena nacional.

La velada comenzó narrando la génesis de una escena mítica del cine. Aquella en la que se rebanaba un ojo con una cuchilla preñada de surrealismo. Y ciertamente, Buñuelos, la obra de Carlos González Meixide, que narra en tono jocoso ese episodio de Un perro andaluz, rebosa surrealismo y una magnífica descripción de personajes. Bajo la dirección de Antonio Castaño, la obra se trastocó en un vodevil optimista y desbordante de absurdo, con toques cómicos acertadamente repartidos durante todo el montaje y con la suma de un Dalí, bien atemperado por un Juan de Lorenzo que se come el escenario en el poco tiempo que está sobre el escenario. Teresa Yribarren, Laura Tapia y Johnny pusieron su buen hacer al servicio de la función. Una fantástica apertura, una maravillosa locura que acabó con más dosis de absurdo, cosa que los señores Buñuel y Dalí hubiesen aprobado de buena gana. ¡Epatante!

El teatro social siempre ha tenido hueco en las sesiones de mínimos de Taetro. Y con 23, de Santy Portela se coló en forma de puñetazos literales y figurados. Texto durísimo, intenso y con dos personajes al borde del paroxismo. La gran cualidad de esta obra dirigida por Rafa García e interpretada por él mismo y por Eva Herrero es la de contener la tensión subyacente con un dominio de la templanza singular. Al final, brota todo, explota el terror y la catarsis se hace necesaria. Un ejercicio de moderación único con un texto difícil de montar y un excelso trabajo de gestualidad y de dominio de los cuerpos de los intérpretes. Una de las sensaciones de la noche.

La comedia sirvió como curación de malos pensamientos y con el mínimo de Pedro Alejandro Filgueira pudimos cerrar la función con una sonrisa. Instrucciones para el suicidio ahonda también en el absurdo para pulsar los temores de la sociedad en torno a la muerte y a la libertad de decisión. Pepe Raya, creciendo día a día como director de escena, reunió a tres actores en estado de gracia (Almudena Ruiz, Antonio Meléndez y Juan Carlos Morales) para ofrecernos una función simpática, llena de humor, guasa y cinismo y bien resuelta con sencillez (aunque no es fácil de hacerlo. A ello ayudó la desenvoltura que los actores pusieron sobre el escenario). Una alegría porque tenemos actores de futuro y un gran director detrás.

Un largo camino que no acaba aquí para tres textos que se trastocaron en otros "hijos" de esa idea huérfana que empezó con un folio en blanco. Larga vida a los mínimos.

Foto: @zuhmalheur 
Artículo originalmente publicado en Berenjena Company.

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