miércoles, 3 de agosto de 2011

ESA ESPAÑA NEGRA


L
ejos en el tiempo quedan aquellos sucesos de la España negra, de esa que salía en El Caso, de la que pobló el imaginario colectivo durante muchos años y que va desde los crímenes del Jarabo hasta la matanza, escopeta en mano, de Puerto Hurraco. Celos, envidias, odios viscerales soterrados durante años, locura, actos premeditados o pasionales... La crónica de sucesos de nuestro país durante los últimos cien años ha dado para escribir muchas páginas, e incluso para hacer una serie de impecable factura que se llamó La huella del crimen.

Sin embargo, esa “huella” permanece indeleble y cada cierto tiempo salta a las portadas de los periódicos. El último ejemplo lo hemos tenido en la pedanía de Palomares, perteneciente al municipio almeriense de Cuevas del Almanzora. Sobre ese núcleo poblacional se arrojaron de ¿forma inintencionada? hace casi medio siglo cuatro bombas atómicas. Manuel Fraga se bañó en sus aguas para demostrar que no había peligro, pero ahora ese peligro ha caído en forma de otra bomba mucho más perniciosa.

La bomba del odio, del enfrentamiento con matiz racial, con trasfondo económico, ha hecho saltar una espita que ha desembocado en un atroz triple crimen a manos de un empresario de la construcción que estaba harto del acoso al que estaba siendo sometido por esa familia a la que ha acabado atacando finalmente.

Tres crímenes con un escenario regado por el odio. Un odio que siempre puede ser evitado aunque cuando expande su influencia es difícil de controlar. Ese sentimiento va muchas veces unido al temor, al miedo a lo desconocido que en ocasiones queda cristalizado en un aspecto racial. Temor al gitano, al negro, al moro, a esos que trabajan en las labores que los españoles desprecian incluso en tiempos de vacas flacas. Aunque en el caso de Palomares ha habido más causas desencadenantes del terrible suceso, cabe destacar que vuelve esa crónica de España negra, de crímenes irracionales, de asesinos que no tenían nada que perder haciendo lo que hicieron.

Odio y prevención. Dos conceptos claves interrelacionados. Lo que pasó en Palomares puede pasar en otros sitios. Puede ocurrir aquí, aunque Albacete mantiene un brillante equilibrio entre la población inmigrante y la autóctona. La simbiosis es válida porque sabemos que lo que ellos nos aportan hacen también ciudad. La labor de ciertos asociaciones asistenciales es esencial en el mantenimiento de ese statu quo, y esperemos que lo siga siendo en el futuro, a pesar de ciertos quebrantos económicos que en estos tiempos están siendo moneda de uso común. Sin embargo, el odio no entiende de estos argumentos...

Foto: Efe.

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