lunes, 23 de noviembre de 2009

ISLANDIA (I): EL GLACIAR ECONÓMICO


I
gual que una erupción volcánica hizo desaparecer en 1883 la isla indonesia de Krakatoa, el huracán financiero mundial se ha llevado por delante la economía de otra isla volcánica. Islandia, que en la última década se había convertido en un modelo de moderna prosperidad, llegando incluso a liderar los índices de desarrollo humano, se encuentra al borde del colapso. La recesión (iniciada con la quiebra del sistema de hipotecas sub prime en Estados Unidos), se ha cebado en este pequeño país donde todo el oro que relucía ha perdido su brillo. El sistema bancario -basado en dos o tres entidades financieras que capitalizaban la mayoría de recursos monetarios del país-, tardó poco en caer y arrastró al desastre tanto la economía del país como la de muchas familias de clase media. ¿Cómo ha podido llegar hasta aquí un país que en 2004 y 2005 creció más del 7 por ciento y en 2006 y 2007 por encima del 4?

Las pruebas del fracaso
Las obras paradas en Reikiavik, la capital, es una imagen habitual desde que la crisis financiera golpeó con fuerza al país hace ahora un año. Muchas de estas construcciones inacabadas podrían seguir así durante una década. El sector ha sido el primero en sufrir las consecuencias de la quiebra del sistema bancario islandés que ha colocado al país al borde de la bancarrota.

Echando la vista atrás, el 6 de octubre de 2008, el entonces primer ministro Geir Haarde, anunció a los islandeses medidas excepcionales para salvar el sistema bancario. El Gobierno se temía lo peor... pero el panorama iba a ser más terrible de lo que en un principio se pensaba. Eso fue la mecha que provocó el estallido de la crisis. Doce meses más tarde y tras recurrir a un préstamo internacional de casi 8.000 millones de euros bajo la égida del Fondo Monetario Internacional, la economía islandesa está en un pozo.

En toda crisis económica, la clase trabajadora es la gran sufridora. En un país con unos altísimos índices de desarrollo, el desempleo era prácticamente desconocido. La tasa oscilaba entre el uno y el tres por ciento (siempre en el peor de los casos), mientras que ahora se acerca al 10. Lo de la inflación es aún más sangrante puesto que alcanza el 15,2 por ciento, aunque meses atrás ha alcanzado un techo superior. El déficit presupuestario llegó al 13,5 por ciento este año, mientras que el PIB se contrajo hasta el 10 por ciento.

La moneda por los suelos
La época de vacas flacas se instaló en las vidas de los fríos islandeses que cuando vieron en serio peligro sus economías, empezaron a calentarse. Las clases medias son además las grandes damnificadas por este negro escenario en el que han visto duplicarse sus hipotecas. Sin llegar a la casuística que se da en otros países, en Islandia se ha certificado que la vida no era color de rosa y que el crecimiento económico previo, era irreal. Mientras la corona islandesa se depreciaba con respecto a monedas más fuertes como el euro (en este momento se cambia a 183 coronas, pero
ha llegado a pagarse 300=1), los precios de los productos básicos empezaban a subir. Como se repite en cualquier crisis, lo que no subían eran los salarios. Ante los pagos mensuales de cada familia, los islandeses han tenido que recurrir a congelar mensualidades regularmente, pero ésta ha sido una solución momentánea, a expensas de que el Gobierno (que en mitad del embrollo económico cambió de caras), ponga rumbo a la recuperación. Por su parte, el elevado número de desempleados, sin perspectivas claras en el país, comienzan a pensar seriamente en emigrar hacia economías más potentes y que ya están experimentando crecimiento positivo, caso de Alemania, Dinamarca o Suecia.

Hablábamos antes de soluciones: con el otrora robusto sector bancario arruinado (el Gobierno tuvo que nacionalizar las tres principales entidades del país: Glitnir, Landsbanki y Kaupthing), Islandia se vuelve hacia otras actividades de menos riesgo que actúen de acicate de la recuperación.

El derrumbe del sistema bancario islandés es un ejemplo definitorio de lo que ha sido la crisis a nivel global. El pecado de los bancos islandeses ha sido el haber crecido demasiado perteneciendo a un país pequeño y con una moneda que nadie quiere en momentos de crisis. Tras la privatización del sector en la década pasada, se inició una agresiva expansión exterior que llenó Europa de activos y pasivos bancarios islandeses.

Durante años, el crecimiento de los bancos se vio impulsado por los bajos tipos de interés a que podían endeudarse en todo el mundo para, a su vez, prestar esos fondos, y no sólo en Islandia.

A finales de 2007, los activos bancarios de este país equivalían al 800 por ciento del Producto Interior Bruto y se extendían por países como Suecia, Noruega o Dinamarca. Pero esa rueda de endeudamiento/inversión se detuvo el pasado verano, cuando ya nadie quiso prestar más a los ávidos bancos islandeses. Entonces, ¿qué puede hacer un país con reservas de divisas por un importe de tan sólo 2.000 millones de euros en caso de que su sector bancario, con 100.000 millones de euros de activos repartidos por Europa, esté en peligro?

Tras la catástrofe, las vías de escape. Una de las actividades con las que los islandesdes quieren salir del embrollo es la exportación de aluminio, amplia fuente de ingresos, pero a la que la caída de los los precios internacionales también ha afectado gravemente. El mismo problema se plantea con las exportaciones derivadas de la pesca, la actividad tradicional en Islandia. El turismo es otro sector en alza, aprovechando la caída de la corona frente a un euro fuerte. Por eso, miles de habitantes de la Zona Euro, han puesto su vista en un paraíso natural en el que algunos creyeron ver otro tipo de paraíso (fiscal), que ahora ha quedado derruido.

Continuará...


Un reportaje de Raúl Moreno y Miguel Á. Bolaños

4 comentarios:

Alfonso Piñeiro dijo...

Lo primero, felicitarte (felicitaros, a Raúl y a ti), por el reportaje, se sigue con facilidad y abre el apetito para la segunda parte. Islandia es uno de los ejemplos de los que se debería tomar nota para no repetir en un futuro los mismos errores. Pero las últimas palabras de gente "respetable" como Trichet o Almunia (¡¡Almunia!!), me hacen pensar que los tiros, por desgracia, no van a ir por ahí.

Alfonso Piñeiro dijo...

Lo primero, felicitarte (felicitaros, a Raúl y a ti) por el reportaje, se sigue muy bien y abre el apetito para la segunda parte.

Deberíamos tomar nota de Islandia para no repetir en un futuro los mismos errores. Pero lamentablemente todo apunta a que los eminentes economistas que creen que saben gestionar esta situación van a insistir con las recetas que ya han probado su fracaso. No hay más que echar guante de las palabras de Trichet, MAFO o Almunia para darse cuenta.

Sigo pensando que la verdad económica no está en lo que nos enseñan, sino en el trabajo de fondo de gurús como Marc Vidal. La crisis económica no ha sido más que la aplicación práctica de muchos de los viejos axiomas del castellano: más dura será la caída, la avaricia rompe el saco...

Alfonso Piñeiro dijo...

Vaya, se colaron dos comentarios casi iguales. Culpa de Blogger, que me dijo que el primero no se había podido enviar por no sé qué error. En fin, hasta las máquinas se equivocan.

Miguel A. dijo...

Gracias por el apoyo compañero. La verdad es que el "proyecto Islandia" que Raúl y yo hemos llevado a cabo nos ha colmado de "orgullo y satisfacción", ahora que no son buenos tiempos para el periodismo de investigación (aún me recorre un sudor frio por la espalda cuando veo que aún se puede hacer eso). Lo que viene también es interesante, creo yo. Y tienes toda la razón. A veces pienso que el pesimismo se ha travestido de Almunias, Trichets y MAFO's, que parecen defender a los golfos apandadores que nos han metido en esta.