viernes, 31 de marzo de 2017

Lo que el teatro nos da

"Mínimos de máxima calidad"...

"Lo bueno si breve..."...

"Las esencias vienen en frascos pequeños"...

"Menos es más"...

Creo que ya hemos acudido a todos los tópicos habidos y por haber en referencia a la magnitud de las obras que se representan cada año en el Certamen de Mínimos que organiza la asociación cultural Taetro. Hemos leído estos titulares en años anteriores cada vez que estos locos del teatro estrenaban las piezas cortas seleccionadas en este concurso, pionero en el país en cuanto a este género se refiere. Pero este año podríamos repetir titulares porque Taetro ha ido un pasito más adelante. Si hace ya tres años empezaron a cambiar las formas en esta presentación de obras, primando el dinamismo, buscando dar coherencia a los distintos títulos, este año han llegado a altas cotas de perfección dotando al conjunto de un nexo de unión, mitad poético, mitad conceptual con el que íbamos de una obra a otra mientras en el escenario a media luz, los actores cambiaban la escasa escenografía de un montaje por otro.

'deCaídos' (Foto: Fran Virués).
Bien lo agradeció el público asistente al Teatro Moderno (más de 200 espectadores, una cifra espectacular teniendo en cuenta el escaso público que está llevando este año este espacio cultural a sus butacas), que premió con sonoras salvas de aplausos lo dinámico del planteamiento escénico y la variedad temática del quinteto de obras que se estrenaron, pertenecientes al XVII Certamen Rafael Guerrero.

Y lo cierto es que hubo tiempo de todo. Por ejemplo, de acudir al desplome de una mujer cansada de todo, zaherida por su destino, sin posibilidades de guardar en la bolsa que acarrea, su futuro junto a su ropa sudorosa y ensangrentada por los combates de la vida. La historia de esa boxeadora golpeada por su propia sinrazón se llama Las Vegas nació del ingenio del salmantino Alberto Palacios y fue trasladada a la escena de forma magistral por Gari León (ausente durante varios años de este certamen). Escenografía efectista y tenebrista (en el sentido caravaggiano del término) para envolver unas rotundas interpretaciones de Almudena Ruiz y Pepe Raya. Chapeau por este último por que a pesar de su escasa experiencia como actor, cuajó un gran papel en un personaje que se movía a medias entre la humanidad y el miedo.

Sobrias fueron las interpretaciones de Sin nombre, apellidos ni pasado, porque sobrio también era el planteamiento propuesto por el texto de Nani de Julián. Taetro apuntillaba así su apuesta por lo social con esta obra donde observamos cómo nuestro Primer Mundo trata de seguir sacando tajada de los que sufren, de los que mueren en mitad del mar. Otro regreso, el de Juana Sánchez, celebrado por todos en su papel de conciencia latente de ese personaje de escritor, encarnado por Paco Téllez (a la sazón, también director) que prostituye sus ideales por la gloria personal. Así de bajo cae el ser humano en ocasiones.

La comedia apareció a la tercera. Con Carnushka, el argentino Juan Pablo Goñi se asomaba por segunda vez a los mínimos tras el estreno en la edición anterior de El cañón en la colina. En esta ocasión, un texto de marcado cariz rioplatense se trocó en una atinada crítica tex-mex a las políticas de Trump (con la construcción de un figurado muro con cajas) a ritmo de comedia absurda. Descubrimos a dos grandes talentos: Aaron Forburguer (estadounidense él, pero residente en Chiclana) e Irene Espigado, actriz de la que ya sabíamos por su trabajo en el Taller de Teatro Grecolatino. Un chorro de aire fresco en las tablas del Moderno, que obtuvo las risas del respetable. Muy aplaudido también fue el cameo de Paco Téllez y de José Luis Sánchez Johnny (este último, director del montaje), como mariachis con su puntito reivindicativo.

Y Taetro siguió subiendo la apuesta del humor. Tomás Afán, autor de deCaídos, nunca falla. Y si Paco Téllez le mete mano al montaje, menos. Él mismo junto con Johnny se montaron en el trapecio circense para, a través del típico humor afaniano y situaciones surgidas del teatro del absurdo, hablarnos de algo tan triste como la falta de oportunidades. Obra preñada de humor negro, de acertadas interpretaciones y de cierta mala baba que le sentó genial al conjunto del montaje. Risas monumentales entre el público.

Y si la noche sirvió para descubrir talentos con Ser feliz porque sí (original de Chema Rodríguez-Calderón) descubrimos uno oculto durante muchos años. No le podemos perdonar a Taetro que nos mostrara tan poco a esa polvorilla de la actuación que es Aurora Alcántara. Algunos destellos de ella tuvimos en montajes anteriores como Antígona en el Diario de Patricia. Pero este año, Aurora ha demostrado que se mueve con esplendor por los terrenos de la comedia descerebrada. Acompañándola (en este montaje dirigido por Miguel Á. Bolaños) un Rafa García que dejó boquiabiertos a muchos con un papel físico, gestual, de muchos vericuetos y muy instalado en la screwball comedy de los años 30 y 40. Comedia loca, gamberra y que sorprendió al respetable por un humor fresco y directo y que resultó el perfecto colofón para una de las mejores noches de Taetro de los últimos años.

ADDENDA:

Mili Lora (Foto: Zúh Malheur).
La asociación chiclanera también celebró el sábado el Día Mundial del Teatro con su habitual merienda junto al busto del poeta García Gutiérrez. Acompañados de pastas y chocolate, Irene Espigado y Dani Peña (del Taller de Teatro Grecolatino) leyeron al unísono el manifiesto escrito por la actriz francesa Isabelle Huppert, mientras que Gari León elaboró el que se "regala" a Taetro por este día y que interpretaron con descaro y gracia gaditana Mila Guillén y Pepi García de Labaranda Teatro. A don Antonio, se le impuso la bufanda -este año, foulard-, a cargo de Virginia Sánchez y Pepe Raya.

La fiesta continuó por la noche con el fallo del jurado del XVIII Certamen de Teatro Mínimo Rafael Guerrero, la actuación de la Compañía Furtiva de Teatro con la maravillosa Carta de mamá y como cierre de campanillas, la imposición del Taetrero 2017 a Mili Lora, actriz de La Pata Física y de la propia Compañía Furtiva, por todo lo que ha dado al teatro en Chiclana a lo largo de tres décadas.

Lo dicho, dos grandes jornadas que demuestran que Taetro, a puntito de cumplir 30 años, está como nunca ha estado.

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