sábado, 9 de julio de 2016

Juicio a los teatreros

Hace poco hablaba ante doctas personalidades del mundo de la enseñanza sobre el poder educativo del teatro y otras artes escénicas. Debatía con ellos sobre la implicación que el Arte tiene en la formación de niños y adolescentes y de la pertinencia de que en los currículos académicos, estén presentes de alguna u otra forma. Aseverábamos además, que incluir las competencias básicas de educación en el desarrollo del teatro en escuelas e institutos, era lo más idóneo para hacer de esta enseñanza un acercamiento transversal e igualitario. Es algo que por ejemplo, en el Taller de Teatro Grecolatino de Taetro y en su Comunidad de Aprendizaje de Cultura Clásica Erytheia, llevamos cumpliendo desde hace ya unos años.

Foto: Paco López.

Pero si el sistema educativo actual no ofrece las herramientas precisas para que el teatro esté presente en la formación de nuestros chavales, ahí existen otros recursos de vital importancia como son las escuelas de teatro municipales, que afortunadamente es algo con lo que contamos en Chiclana. Y un paréntesis hago para alabar la actitud municipal de mantener una formación teatral continuada desde edades tempranas hasta la entrada en la madurez. Pocos municipios pueden presumir de tal oferta.

Hace escasas jornadas pudimos comprobar el resultado del trabajo realizado por dos escuelas municipales de teatro: la Escuela de Teatro dirigida por Antonio Estrada que proponía una singular vuelta de tuerca de Doña Rosita la soltera de Lorca (en este caso con el título de Otra rosa, si gustáis) y la escuela de teatro en Secundaria que rige la EMA que tras dos años de andadura, por fin ha propuesto un montaje, propio en este caso, llamado Juicio a los Atlantes.

Sugestivas ambas propuestas ya de inicio, por la importancia que tienen en el alegato inicial que he realizado. Es siempre de celebrar el hecho que existan instituciones que opten por el teatro como vehículo de expresión y medio de formación personal. En eso, el objetivo está cumplido. En ambos casos, las propuestas estaban bien trabajadas y coordinadas y el colofón no puede resultar más satisfactorio. La obra de Estrada dio nuevos bríos al clásico lorquiano, actualizándolo aunque manteniendo las premisas fundamentales del texto original. Las actuaciones fueron frescas y el pulso de la obra nunca decayó. Se nota la mano firme de Estrada, el buen tacto que tiene con los actores y cómo sabe sacarle todo el jugo a un texto con escasos medios.

Foto: Paco López.

Interesante también fue el primer montaje de la EMA en Secundaria. Un texto de carácter mitológico y clásico que estuvo bien enlazado con la realidad penosa de los refugiados en la Europa del Este. Texto bien engarzado y desarrollado sobre escena, en especial el momento (los únicos cinco minutos de la función) en que los chavales fueron verdaderos protagonistas del escenario. Se echa de menos eso sí, un mayor protagonismo de los los jóvenes, los estudiantes, los reales destinatarios de las sesiones de la escuela y los auténticos protagonistas del montaje. Me atrevería a decir más, deberían ser los únicos intérpretes del montaje, porque el teatro es refugio, es el ropaje con el que se pueden proteger de las inclemencias de la vida que hay fuera del escenario que en ocasiones es absolutamente terrible. En Taetro lo tenemos claro: dejemos sueltos a los chicos en el escenario, que trabajen el texto, que suden sus propuestas actorales, que den el callo durante todo el año (incluido el verano) para sacar algo decente. Si tienen que estrellarse, que lo hagan a sabiendas que ha sido su trabajo lo que ha deparado ese pequeño fracaso. Pero si tienen que recibir los parabienes del público, que sean ellos los únicos ostentadores del éxito. Afortunadamente, solo hay éxito cuando ellos trabajan con autonomía.

El profesor está ahí para formar, nunca para actuar. Y en eso quizá falló Juicio a los Atlantes, en que los protagonistas finales, por mucho que los familiares les jalearan en su pequeña aparición escénica, no fueron los chavales. Si vamos por ahí, ¿qué sentido tiene un taller de teatro dirigido a nuestros jóvenes?

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