viernes, 10 de julio de 2015

La mariposa y la abeja

Pucho
El delicado sonido del trueno azotando en las calurosas tardes y noches gaditanas, apenas amainadas por el frescor del mar que nos acompañaba. Ese es el mejor resumen que puedo hacer de los tres días de celebración del No Sin Música Festival, un acreditado logro que solo ha necesitado de tres ediciones para convertirse en referente cultural del verano gaditano. Acierto tras acierto (con algún que otro defectillo que puede subsanarse, como es lógico), el festival capitalino ha sabido combinar sonidos calmados con otros de furibunda repercusión. De ahí lo del delicado sonido del trueno. De ahí y de que soy un pinkfloydiano de los de siempre (uno que es muy fan de los títulos de sus discos, de sus portadas,... de su música).

Volvemos a ese caluroso fin de semana gaditano en el que hubo hasta presentación de lujo a cargo de un ramillete de artistas que esbozaban lo que serían las dos jornadas grandes de festival. Lollypop, Martín Alonso, El Kanka y Carlos Jean ejecutaron a la perfección la partitura de bienvenida de los visitantes. Se calentaron los motores de un festival que anhelaba hacerse grande, no solo en lo físico (con el traslado de ubicación), sino también en lo espiritual. Y a fe que lo veríamos en las dos jornadas siguientes.

Homeless
Pero el gran acierto del No Sin Música Festival ha venido por las leyes de la combinatoria. Un poco de esto, una pizca de aquello, una mijita de lo otro para guisar un puchero con tó los avíos que supo rico por sus diferentes cambios en el sabor a cada cucharada que degustábamos. Y es que si de algo puede presumir este festival atracado en el Puerto de Cádiz es de heterogeneidad. Sones rockeros, rimas hiphoperas, pop dulce -que no azucarado-, trallazos guitarreros en busca de la onda grunge y noise, unos retazos de world music o el indie con más reclamo del panorama nacional (y perdón por decir indie. Espero que los puristas no me quemen en la hoguera).

Otro de los grandes aciertos del No Sin Música Festival es el apoyo a los emergentes. Y a los locales. No a la Policía, no. A los grupos que en un escenario alternativo atraían las miradas interesadas de muchos que habían estado pendientes de los primeros espadas. Y a fe que lo consiguieron tanto en viernes como en un sábado que vivió un espectacular lleno. De ello se beneficiaron grupos como Los News o Homeless que dieron en un limitado tiempo (un poquito más para ellos en próximas ediciones, amigos de la organización,... por cariá), sobradas muestras del material que tratan de sacar adelante en bares, salas pequeñas o festivales que no han tenido la fortaleza de este en tan poco tiempo. Por ese lado, ya digo, acierto pleno de los organizadores que han sabido recolectar frutos en una zona donde tenemos madera para sacar oro en forma de buenas piezas musicales.

Ahora, los que tienen que partir la pana. Dos grandes triunfadores el viernes con Furia y los maravillosos Arizona Baby, dos que cumplieron las expectativas gustando al respetable y a sus incondicionales (La Mala y Miguel Campello) y una cierta desilusión en la actuación de MClan, rockeros de amplio recorrido con un repertorio que suelen definir a la perfección en el cara a cara con el público pero que no sabemos si por indefinición de la banda de acompañamiento o por poco ensayo del track list, la desilusión ganó a la esperanza de ver un gran show a cargo de Carlos Tarque y compañía. Esperemos verlos en el futuro para comprobar que esto solo ha sido un traspié.

Si de solvencia hablamos, Arizona Baby son nuestros hombres. Crecen a pasos agigantados, se instalan con serenidad como reyes de un estilo musical que no es para grandes mayorías pero sí para amplias minorías. Gustan en estudio y sobrecogen en directo. La cuota rockera está bien cubierta con estos vallisoletanos que siguen con Subterfuge. Secret fires es una delicia de disco.

Shuarma en plena faena
Elefantes
Y subió la temperatura el sábado. Desde temprana hora el recinto portuario empezó a testar el ambiente de las grandes ocasiones. El cartel así lo requería. El No Sin Música Festival traía por primera vez a la capital a Vetusta Morla. El resto del escaparate no se quedaba cojo, con una realidad llamada Full, que cumplió con el objetivo de acompañar al público en las primeras horas de la tarde, con un rock nada acartonado, sin complejos, y con el ansiado retorno de Elefantes (tras aventuras en solitario o en dúo de Shuarma). Los barceloneses estuvieron soberbios. No se les nota el parón de años (ha habido proyectos unipersonales mientras tanto) y con El rinoceronte han vuelto a retomar el pulso de grabaciones y kilómetros por carretera. Uno que los vio hace años, da fe que están en forma, que defienden el cancionero con virtud y solvencia. Afortunadamente, disponen de temas suficientes para dar forma a un espectáculo vibrante por momentos, íntimo cuando toca serlo... Y Shuarma es un frontman especial, con sus amaneramientos, sus quehaceres cotidianos, pero un frontman de los que quedan pocos sobre un escenario. Entusiasmó a los que ya les conocíamos e hicieron legión entre nuevos oyentes.

Dover, Dover...
Dover, amiguitos y amiguitas. Dover. Ese grupo que enarboló la bandera de lo indie a mitad de los 90, que fue enseña de Subterfuge y que por cosas del mercado publicaron dos discos que... Bueno, sacaron dos discos que no fueron de Dover y por tal pecado, hay algunos que todavía no han perdonado a las hermanas Llanos. Pero mira tú por donde, se dejaron de pamemas y dieron un concierto de -¡oh, sorpresa!- Dover. Desde el minuto 1, centrándose en su carrera... seria, no lo otro. Dover came to me fue el nombre elegido para la gira de retorno de la banda a las raíces más puramente rockeras, más guitarreras. Y es que puedes reinventarte, puedes tocar otros géneros, pero no puedes convertirte en una caricatura. Dover fue en Cádiz lo que tiene que ser: una banda con un directo único, potente, sin estridencias, y con un sentido del deber marcado a fuego. Su rollo es el rock y eso lo saben hacer muy bien. Siguieron recuperando crédito en Cádiz y esperemos que sigan así. Por cierto, Devil came to me fue electrizante en su interpretación final...

Pucho, enseñando cómo se hicieron grandes...
Como electrizante fue ese final del concierto de Vetusta Morla. Los días raros, señores. Temazo. Enamoró hace un año en Chiclana y nos dejó embobados en Cádiz once meses después. Lo de esta banda es para no creerlo. Tres discos, una vida en la carretera y un cometido que saben acometerlo a la perfección. El concierto de Cádiz es testimonio de la fe vetustiana: un repertorio único, acertado, atinado, con sus momentos climáticos y sus partes íntimas (de las que uno no debe nunca avergonzarse). Vetusta es el espejo. Marcan el camino. Por ejemplo, Full lo saben y replican lo que saben que es bueno. Pucho y compañía han llegado al punto de gustarse en ciertos momentos, llegando a reconvertir canciones. No como hace Dylan que las deja irreconocibles. Sus nuevas versiones enganchan porque están trabajadas. No son fruto de la ocasión ni de la casualidad. Todo obedece a un plan meditado. Y así les va. Son los reyes y sobre el escenario encienden al público que se entrega sin pedir nada a cambio.

Tampoco tuvieron nada que demostrar Los Hermanos Dalton, punto y final de un festival que está llamado a marcar un hito en el verano gaditano. Los isleños son de otra pasta. Son de otra generación pero saben enganchar con los recién llegados a esto. Se las saben todas Josema y sus hermanos, perros viejos en este negocio. Dieron tanto que hasta consiguieron la heroica de hacer que muchos se quedaran a escucharlos. Llaman a la Revolución en su último trabajo y lo suyo puede tildarse de desafío ante lo establecido. El rock es progreso, es presente y futuro, es mensaje y es rebelión ante los acontecimientos. El rock es útil y de la mano de estos tipos nada malvados, vemos más cerca la salvación. Glorioso colofón.

Salimos del Puerto bailando, danzando, moviéndonos cadenciosamente hacia la noche gaditana pensando en que el No Sin Música Festival es una fantástica noticia y que su legado es importante. No puede ser de otra manera si consiguen hacerlos volar como mariposas después de habernos aguijoneado como abejas con un puñado de buenas canciones.



Fotos: Zúh Malheur

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