miércoles, 15 de julio de 2009

BAJADA (GUINEANA) DE PANTALONES


E
n algunas ocasiones me he preguntado si es que en el RH africano no hay lugar para la democracia. Desde que gradualmente todos estos países consiguieran su independencia de las distintas potencias coloniales, las experiencias democráticas han sido breves, tempestuosas, inmaduras y claramente deficitarias en el principal componente de este modo de hacer política y de convivencia: libertad. El quid de la cuestión está en la reiteración. Las metrópolis impusieron durante largos años de dominación, un modelo de dependencia basado en la ley del más fuerte, cuando no en la cuestión de superioridad racial. La turbulenta historia africanan en el último siglo y medio vino provocada por la ceguera de los imperialismos que proliferaron en la segunda mitad del siglo XIX. El reparto en plan tarta del continente africano efectuado en 1885 en la Conferencia de Berlín fue el germen del odio tribal y de múltiples problemas y guerras que vinieron a continuación (y en conflictos "mudos" de los que apenas sabemos algunos datos aislados).

Con estos antecedentes, los colonizadores (España entre ellos), dejaron a su suerte a los nacientes países africanos. En algunos, los deseos de libertad, de andar el camino por sendas no turbulentas, caló. Fueron los menos. En otros, a pesar de tímidos intentos, de tentativas obligadas (¿otra vez el matiz imperialista?), por organizaciones internacionales o por las antiguas naciones-madre, de buenos propósitos de las élites locales de introducir la democracia, la experiencia ha resultado fallida. Y decía anteriormente que el problema estaba en la reiteración, porque esas élites locales que son las que se adueñan del país, imitan los comportamientos de los antiguos dominadores.

Algo así ocurre en Guinea Ecuatorial. Después de la feroz dictadura de Macías y un golpe de estado (asonada sobre asonada, ¡qué curioso!), su sobrino Teodoro Obiang lleva treinta años de absolutismo con barniz pseudodemocrático. Lo pudieron comprobar esta semana una comitiva de políticos españoles a cuyo frente se encontraba el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, acompañado de Manuel Fraga, entre otras personalidades. El objetivo era el de intentar que Obiang siguiera sirviendo a la metrópolis. Ya se sabe: contratos con empresas españolas, ventajas a la hora de obtener recursos naturales ecuatoguineanos y echar un vistazo por la antigua provincia para ver como van las cosas. "Hay signos de apertura y modernización". dijo el ministro sin duda alguna asaeteado por una mosca tse-tse que le hizo pronunciar tamaña soplapollez.

Los españolitos fueron a Guinea Ecuatorial a ver qué había de lo suyo, saludar a Obiang, hacerle una gran reverencia y punto pelota. Probablemente la comisión no se leyó en el avión los informes que tildan a la dictadura de Obiang como una de las ocho peores de todo el orbe. Claro que el sátrapa tiene la sartén por el mango de uno de los países más ricos del continente, aunque la oposición esté atada de pies y manos y el ciudadano de a pie esté en la miseria. Moratinos and company fueron a mercadear, que los derechos humanos (la falta de ellos) ya habrá tiempo de tocarlos. Eso sí, la visita quedó perfectamente adornada con una impresionante bajada de pantalones ante un tirano que le ha ganado la partida a la "madre patria" y ahora se cachondea de ella.

2 comentarios:

Alfonso Piñeiro dijo...

Y además coincide la visita con el "no" guineano al megaproyecto de El Pocero, al que han llamado "prepotente" con un lengaje llano y clarito. Africano, quizá, pero llano y clarito.

Qué raro es esto de que Hernando haya dejado de ser un protegido de ciertos sectores, que un ministro del partido de la POSE vaya a comerle la oreja a Obiang, y que el antaño empresario modélico de Seseña se haya llevado un pasmo de narices.

Ay Dinamarca. Ay tito William!!

Miguel A. dijo...

Sí, sí huele, huele