domingo, 30 de abril de 2017

El imperio de la luz

Hay luces que nunca se apagarán, como aquella a la que dedicaron un temazo The Smiths. Luces que abocan a acabar con las sombras, con las pesadumbres, con la tristeza. El imperio de la luz debe alzarse para acabar con la desgana y el descrédito del ser humano. Y no hay mejor forma para instaurar el reinado de la luz que el arte y la cultura. Es lo más barato... y lo más efectivo. Las ganas de pasarlo bien, de divertirse y de evadirse de problemas corren por cuenta de la gente. La dinámica
es precisa, sencilla y fácil de ejecutar.


Que tinguem sort cantaba Lluis Llach. Y tuvimos la suerte en Berenjena Company de encontrarnos por vez primera con el Trebufestival que este año rendía sentido homenaje a las tres décadas que se cumplían del rodaje de El imperio del sol, película que Steven Spielberg rodó en Trebujena hace 30 años. La excusa era perfecta para edificar un evento en que la música, el teatro, la artesanía, el recuerdo, la gastronomía, el baile, los títeres... confluían a la perfección para lograr la victoria del imperio de la luz.

Arrinconadas las sombras más allá de los límites de Trebujena, el público asistente a las tres intensas jornadas del festival tuvieron la suerte de asistir a un acto de pura felicidad en el que el único requisito consistía en querer y saber divertirse. Sin reglas (solo el respeto entre comunes), sin planificaciones (uno era libre de elegir qué quería ver en cada momento), sin límites a la hora de pasarlo bien. Al Trebufestival va uno con la mente abierta dispuesto a escuchar un ratito de flamenco para luego pasar a disfrutar como un niño de un espectáculo de malabares y humor o de títeres. Cabe tanto el rock y el ska como el hillbilly y el swing, porque aquí todos comparten la misma pasión: la búsqueda de la felicidad a través del arte. Y esa felicidad la hallamos en el Trebufestival asistiendo a cada una de las actividades, de las actuaciones, de los conciertos programados por la organización. No podemos destacar a todos, porque todos (los que alcanzamos a ver, eso sí), estuvieron espectaculares. Lo dieron todo como si les fuera la vida en ello actuando ante 30 o 100 personas. Ellos se dejan la piel como si en lugar de estar en una calle estrecha estuvieran en un gran estadio. Los artistas están hechos de otra pasta. Algunos no saben la suerte que tenemos de que el ser humano sea capaz de lograr esa comunión entre iguales.


Y dejamos Trebujena bajo el sol abrasador, morenitos y contentos de habernos encontrado por primera vez. Sabemos que no será la última. Tenemos 365 días por delante para desear que las buenas gentes del pueblo trabajen con tranquilidad, con alegría y con luz para vencer a las sombras dentro de un año. Así sea.

Fotos: @zuhmalheur.

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