martes, 7 de febrero de 2017

Virtudes teatrales

Fe. Esperanza. Caridad. Virtudes teologales. Para quien no esté muy ducho en cuestiones religiosas lo explico. Durante siglos la Iglesia Católica como único motor asistencial que existía, desplegó esta teoría para atender a los sectores más desfavorecidos trazando un detallado plan basado en una simple ecuación/transacción: el asistido se compromete a “creer”, mientras que el asistente le ayuda. Tú crees en la esperanza de que la caridad te ayudará. Así de simple.

(Foto: @zuhmalheur)

Con el teatro hay veces en que hay que demostrar profesión de fe. Asistes a espectáculos con la vana ilusión de que te van a aportar algo y... no. Por el contrario, cuando no hay alharacas de por medio, cuando la esperanza es simple y llanamente la de ver una buena obra, con buenas interpretaciones, una dirección de garantías y unas cuantas risas, pues solo te queda, no por caridad sino por justicia, ofrecer tu aplauso.

Y Labaranda Teatro consiguió eso precisamente con su representación de Y después de los polvorones, ¿qué? original de Mari Carmen Navarro con dirección de Gari León. La compañía gaditana convirtió La Estación del Té (lugar que se está convirtiendo en centro cultural sustituyendo a nuestro tristemente cerrado en sábados Teatro Moderno), en el escenario sentimental de las pequeñas historias, de las vívidas miserias, de las mundanas alegrías de tres jubiladas, de tres mujeres con el peso de sus historias a la espalda. De tres heroínas llamadas, muy acertadamente, Fe, Esperanza y Caridad. Tres mujeres virtuosas.

Lo que parece comedia lo es y no. La risa como arma y como medicina ante las miradas trabajadas y las vidas puestas al servicio del otro. El espejo de tantas y tantas mujeres. De innumerables luchadoras, de tantas madres y abuelas que no dudaron en servir a los demás sin pedir nada a cambio. Lo triste es que muchas de ellas acabaran hastiadas de esas vidas de postergación, de olvido, de secundarias cuando ellas eran las protagonistas. Sí, estábamos ante una comedia pero fíjense en lo serio que es a veces poner la sonrisa en los rostros de los demás. El drama supuraba en las historias de esas tres mujeres que dieron tanto que ni siquiera les importaba cambiar el chip para terminar con un público entregado y sonriente. Eso es mérito de todo el equipo. De un texto con mucha carga de profundidad aunque se disfrace de libreto ligero, de unas actrices muy metidas en sus papeles y de una dirección que sabe captar los matices ideológicos del material de partida. Así, no nos extraña que Labaranda se recorra nuestra geografía desafiando a este ingrato panorama cultural que nos azota.

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