A M le encargaron escribir un relato.
El relato trataba sobre un edificio.
Ese edificio no existía.
M no tenía ni puta idea de por dónde empezar el relato.
Nunca debería empezar un relato por un adverbio. Nunca.
Comenzó a escribir cosas sin sentido. Incoherencias.
Principio. Nudo. Desenlace. La propia vida en palabras sin relación.
No estaba satisfecho con lo que había escrito.
M se sentía infeliz y creía haber engañado a quien le confió el relato.
Su texto terminaba con un punto y final.
Pero ese no era el final de la historia.
A continuación tomó un revólver y se voló la tapa de los sesos.
Pensó que eso sí que era poner un magnífico colofón a su historia.
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