miércoles, 19 de agosto de 2015

La moto

Zzzzz zzzzzzz zzzzz

¡Qué! ¡Cómo! Sudores fríos. Me despierto. Algo pasa. Me acuerdo de Mari Carmen y de inmediato sé que tengo que ir a rescatarla. A ver, a ver... ¿dónde vivía esta chiquilla? Ah, aquí tengo su tarjeta. En Georgía, no sé si en Tbilisi o en otro sitio, pero debo ir allí.

¿Cuál es la forma más rápida de llegar? Dudo por unos instantes, pero lo tengo claro: en moto. Mi Moto Guzzi del 95 (que no sé si existe una Moto Guzzi de ese modelo o de ese año, ahora mismo no lo tengo claro... y qué más da).

Me subo a mi montura, doy gas y en unos nanosegundos llego al país donde vive Mari Carmen, que se encuentra en apuros, si no, no me hubiese despertado tan alterado.

Las calles de la ciudad georgiana donde reside Mari Carmen (que eso sí, no falta a su cita cada lunes en mi consulta en Chiclana) se muestran lúgubres y frías. Normal siendo Navidad, aunque lo raro es que salí de Chiclana en pleno mes de agosto y solo he tardado unos nanosegundos en llegar a Georgia... Todo es muy paranormal.

Busco a Mari Carmen por las calles. Pregunto a una señora, toda ella enlutada de negro (claro, de qué color va a ser) y con pañuelo en la cabeza pero habla en georgiano o en el idioma que hablen allí, pero me indica muy amable que Pepe, el hermano de Mari Carmen, vive en la calle Perestroika, justo a dos pasos. La señora enlutada me relata en un idioma ininteligible, que por causas de la Providencia ahora entiendo a la perfección, que el bueno de Pepe cayó en la droga hace unos años...

Mi Moto Guzzi 65
-Se metía mucho jaco el cabrón,- pregonaba la abuela lanzando unos aspavientos terribles en la gélida noche georgiana.

Me encamino con mi Moto Guzzi 65 (es que en realidad, era esta, no la 95) en pos de Pepe, el hermano politoxicómano de Mari Carmen. Aparco mi moto en el zaguán de la casa y llamo a la puerta. Me abre un tirillas en calzoncillos blancos que intuí que debía ser Pepe.

-¿Es usted Pepe, el hermano consumidor de múltiples estupefacientes de Mari Carmen?
-Para servirle a usted y a Giorgi Margvelashvili. (Nota del autor: el tal Giorgi es el presidente georgiano en ejercicio).
-Mire, vengo de Chiclana y busco a Mari Carmen.
-Ah, sí, le estábamos esperando. Pase, pase...
-Es que tengo aquí la moto sin candado ni nada.
-Déjela, que aquí no pasa nada.
-¿Seguro? Mire que le pongo la cadena en un plis.
-Pase, que tenemos unos mostachones de Utrera riquísimos.

Pues pasé y no vi a Mari Carmen. Pepe, su hermano endrogaito, me entretuvo dos nanosegundos pero de repente, yo noté un escalofrío por el colodrillo que me indicó que algo no iba bien. Salí a la puerta y no vi mi Moto Guzzi del 65. Maldición. Vengo de turismo a un país ignoto y lejano y me roban.

Me despido de Pepe, el hermano colgado de Mari Carmen y voy dando tumbos por las calles lúgubres y frías de esa ciudad georgiana. Torcí por la avenida Planes Quinquenales y observé a mucha gente celebrando la Navidad, que supongo que es ortodoxa. También divisé a un frutero tirando a un contenedor género podrido. Se me viene hacia mi y me invita a limoncello bien fresquito que acepto de buen grado, mientras le pregunto por mi montura.

-No la he visto, pero en aquel bar quizá pueden darle más norte,- me espeta en un correcto rumano.

Entré en el bar y el vaho me empaña las gafas que no llevaba hasta ese momento. El camarero me indica la terraza donde un grupo de chisposos jóvenes consumen vodka en cantidades nada moderadas. Les inquiero sobre mi cuita y no me hacen caso. Subo el tono de mi interpelación e incluso les toco en el hombro para que me echen cuenta y ellos siguen tomándose el chocolate con churros georgianos. Les muestro una foto de mi Moto Guzzi 65 y ellos como si tal cosa, hasta que en un momento determinado de la velada, uno de ellos, rubio y colorado, cogió una botella de agua Solares y rompiéndola sobre la mesa, me amenazó con ella poniéndomela cerca del gaznate. Preso de ira, el gigante georgiano esbozó una media sonrisa y masculló unas palabras en urdu que no acerté a traducir mientras apretaba el borde brillante de la botella contra mi traquea.

En ese milagroso momento, Mari Carmen apareció medio desnuda por el final de la calle y....

Me volví a despertar.

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