Gari León en 'Gerardo' (Foto: @zuhmalheur) |
De menor a mayor duración y cambiando de la pulga dramática (género universalmente instaurado por el gran José Moreno Arenas desde su querido Albolote) hasta la danza andalusí pasando por monólogos dramáticos y coplas dramatizadas y acabando en nuestro mínimo, el de aquí, el chiclanero. El cóctel fue variado, divertido, benéfico y esclarecedor sobre la inevitable sinergia entre público y artistas. Parca parafernalia decorativa, escenarios que pueden ser cualquier parte, sensación de desnudez y de cercanía. Paso a paso, cada montaje se iba sucediendo (de menor a mayor duración, claro) para mostrarnos la cara diversa del teatro y la danza. Mensaje lanzado con firmeza, aunque hubiese sido deseable que llegar a más público.
Sensualidad, esteticismo y narración ipso facta en La gata, pulga de Moreno Arenas que abrió boca para pasar luego a una mezcla acertada y con una transición fascinante entre el delicioso mundo de Gerardo (mítico mínimo de Antonio Daniel García Orellana) y el delirante mundo de El re-domador de José Luis Ramos. La danza festiva, alegre, de amplios rasgos estilísticos de Leil & Nahar sirvió de puente entre las dos partes de la función que siguió con el estremecedor monólogo de Josefa García, Crisálida, que ella mismo interpretó con vehemencia y gran actitud dramática. La curiosa dramatización de la copla Cárcel de oro sirvió de prólogo a otro momento mítico de los mínimos de Taetro: la nueva revelación de la santidad mariana en Al cielo con ella, original de Javier García Teba y que como colofón, de nuevo confirmó que se trata de un montaje actual (a pesar de que ya ha llovido desde su estreno). Sarcástica, irónica, reivindicativa, humorística... Gran broche a una noche para recordar... y para que algunos piensen en que otra cultura es posible. Una cultura, sin lugar a dudas, mayor.
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