jueves, 5 de enero de 2017

No es lupus. Es Ron Lalá

La culpa ha sido de ellos. No he podido ponerme a escribir antes por Papa Noel, Scrooge, la carne mechá y el puchero de mi hermana. Tampoco por el maldito constipado que no me ha dejado, pero tranquilos, no me había olvidado que hace un par de semanas me pasé por el Teatro Falla (que siempre es un placer ir y esta vez más, gracias a Teatros de Cádiz) a ver a los amigos de Ron Lalá. Ya son unas cuantas veces que apuesto por ellos y siempre resultamos ganadores. Ellos y yo.

Parece que la han tomado con el pobre de Cervantes. Ya hace un par de años, los vimos con En un lugar del Quijote (aquí la crónica del momento), un repaso bestial a la obra más conocida del Manco de Lepanto. Pero esta vez cogieron al personaje y lo revistieron de sus otras obras. Aquellas que son tanto como el relato del valeroso hidalgo pero que no le han procurado tanta fama y estima al complutense universal. Y el recorrido no pudo ser más didáctico a la par que divertido (marca de la casa) con un sentido musical apabullante (también marca de la casa). Y es que las cosas con música entran mejor... Uh, perdón, no se me entienda mal.

Foto: ronlala.com

Cervantina por cierto es el nombre del espectáculo que Ron Lalá presentaba en co producción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico y con la dirección de Yayo Cáceres. Una "dolencia" de la que nos aconsejaron... infectarnos. El objetivo de este montaje ronlalero fue ese. Enfermar de Cervantina, caer rendidos a sus efectos, sufrir altas fiebres que nos hagan delirar y acercarnos a la obra menos conocida de don Miguel... abrir sus libros, olerlos, sentirlos, disfrutarlos y tomar conciencia de cuan grande es la sombra de Cervantes. Quedarnos en cama con la manta hasta la cabeza con sus Novelas ejemplares o con sus Entremeses por poner dos ejemplos que Ron Lalá nos pusieron en bandeja en la noche gaditana.

Y la cosa es que estos chicos lo hacen soberanamente bien. Y sí, se me nota que soy muy ronlalero, pero es que al neófito le ocurrirá tres cuartos de lo mismo. Sin entrar a valorar el texto (bueno), el montaje (excelente), la iluminación (narrativa), el humor y la música (que ya se esperan), hay tres cosas que destaco de Cervantina y por extensión de los montajes de la compañía. A saber:

-El dinamismo: como aficionado a montar obras de teatro es uno de los rasgos que más valoro. Lo de Ron Lalá es puro milagro. Saben construir un edificio con muchos retazos, incluirle música y el texto y durante hora y media no dejarte respiro. Las risas se superponen y hay ocasiones en que incluso notas que los actores tienen que echar pie al freno para darle un segundito al espectador para que digiera tanto como se ofrece. Un dinamismo efervescente y excelentemente trabajado.

-La versatilidad: Actores cantantes y clowns. Yo por Reyes me pido ser como los intérpretes de Ron Lalá, porque saben dar facilidad a su trabajo. Naturalmente que les habrá costado años de preparación pero sobre el escenario todo fluye de la mejor manera, tanto que hace muy cercanos a los personajes aunque el espectador no se haya leído ninguna de las obras que se citan (que no nos las hemos leído).

-Respeto escrupuloso por los textos. El acercamiento a Cervantes y su obra es tan libre, tan despreocupado por las convenciones y los academicismos, que casi no se percibe el exhaustivo tratamiento literario que se le da en el texto a los escritos del autor. Sale uno de la función con algo claro. Hay que trabajar mucho la documentación para poder poner en marcha un espectáculo de estas características. Y uno, aficionado a la cosa teatral, se siente pequeño, muy pequeño ante estas magnitudes.

Al final todos quedamos infectados. Ningún doctor nos puede curar. El diagnóstico está claro y no es lupus (porque como bien decía el doctor Gregory House, nunca lo es). Es Cervantina. Algo peligroso... para los mentecatos, para los parcos de ideas, para los pazguatos, para los resignados... Para todos lo demás,  Ron Lalá.

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