miércoles, 23 de diciembre de 2015

Truman y nosotros


Las sobremesas de los fines de semana son perfectas para conocer la definición de la palabra sensiblería... Poner el telefilm de La 1 o Antena 3. Esos pseudoproductos que paradójicamente, tienen una audiencia brutal, tocan la fibra sensible de un modo directo apelando a lo más rancio. Es la facilidad hecha "cine". Es buscar la lágrima fácil con un guión tramposo y nada elaborado. Al final, termina ganando el bien...

También gana el bien al final de Truman, la nueva película de Cesc Gay, un cineasta con una más que interesante carrera en la última década y que hace un cine "fácil". No en sentido peyorativo. Fácil porque lo que muestra en pantalla es lo cotidiano, lo cercano... Y cuanto más conocida nos es esa realidad, más difícil de plasmar en celuloide. En Truman gana el bien porque a pesar de relatar una historia durísima, el director no opta por darle el protagonismo a la enfermedad o la muerte, sino a las personas y a la vida. Es una de los filmes más optimistas que he visto en mi vida, a pesar de no desdeñar el drama vital de sus personajes.

Y el asombro asoma por la pantalla del cine cuando vemos paladas de realidad en las interpretaciones de los actores... porque vaya actores. Con la boca abierta está uno desde el principio hasta el final preguntándose cómo hacen tan fácil eso que estás viendo, con qué naturalidad, con qué percepción de lo que necesita cada personaje en cada línea de diálogo. Cuánta sapiencia la de Ricardo Darín, la mirada más expresiva del cine actual (no exagero), con qué soltura sabe manejarse el argentino en cualquier tipo de situación pasando del drama a la comedia en un plis. Y si hablamos de cambios de registro, qué decir de un Javier Cámara que demuestra que lo suyo es de alabar. Para él no hay géneros, hay versatilidad absoluta a la hora de sacar risa del drama y darle seriedad a la comedia. Personaje comedido pero lleno de matices el suyo. Siempre lo digo: cuando hay un personaje que hace al espectador comprender las motivaciones por las que actúa de tal o cual manera, es que el actor ha hecho un gran trabajo, y en Truman, Darín y Cámara lo consiguen. Y si a esto le unes unos secundarios brutales, que aunque aparezcan cinco minutos llenan la pantalla de gozo (qué grande por ejemplo, José Luis Gómez), tienes una película redonda donde nada rechina, donde todo es necesario y agradecido (música y fotografía, sensacionales) y hasta el bueno de Truman/Troilo, se ha hecho con un huequito en nuestros corazones.


P.S.: Troilo, el perro que hacía de Truman, murió durante la promoción de la película. El día que supe de su fallecimiento, fue un día triste.

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