jueves, 15 de octubre de 2015

Los días de Legionaria

Días que, por muy extraño que nos parezca, son luminosos. Las noches de las putas también lo son, al menos para quienes hayan tenido la suerte de hablar con ellas (y aquí un servidor lo ha podido hacer mientras yo trabajaba... y ellas también). Pero la puta desvelada por Fernando Quiñones en el relato corto La Legionaria (a su vez surgido de Las mil noches de Hortensia Romero), suscita varios elementos para la reflexión que la compañía La Torrent escenificó con tino y primor en su paso por el Teatro Moderno.

(Foto: Paco López).
Legionaria es un señora digna. Lo demostró relatándonos una historia vibrante que fue de la risa a la amargura con la rapidez de una relación entre cliente y prostituta. Su dignidad, nada impostada, juega con los clichés del oficio más antiguo del mundo pero con una inusitada humanidad tanto en los momentos más jocosos como en aquellos en los que la vida de Hortensia se atenaza por los recuerdos más penosos. Al fin y al cabo, Montse Torrent (perfectamente parapetada tras la máscara de Legionaria), nos habla de la vida tal y como es. Pero no la vida de una puta, no. La vida de todos nosotros. En eso no hay diferencia. Quiñones nos regala un retrato vitalista que no por ello tiene que ser alegre en todo momento. Pero sí en el sentido de que la vida que es aprovechable al cien por cien y eso es lo que Hortensia Romero desgrana al público. Ella, para bien o para mal, ha vivido y con eso se queda. Eso es lo importante.

El retrato que Torrent hace de este personaje, tan cercano y a la vez, tan desconocido, es de relumbrón. Esas transiciones entre la comedia y el melodrama resumen a la perfección una obra que rayó a una altura increíble. Esa Legionaria se hace querer porque desde el minuto uno nos habla con franqueza y con absoluta naturalidad. Torrent ha rebuscado en el alma de la única protagonista de este relato quiñonesco y lo expone con toda su grandeza, con toda su crudeza. Y no, no lo hace yéndose a la parodia, que sería lo fácil y además es lo recurrente. El alma de la prostituta se abre para que veamos sus entresijos, sus deseos, sus frustraciones, sus alegrías y sus miedos, sus victorias y sus fracasos.

Puro grito de existencia, pura defensa de la igualdad, un monumento a la mujer en la prosa del escritor chiclanero y en la traslación que Montse Torrent hace de un personaje que es un auténtico tesoro. Su reverso luminoso sobre el escenario, lo ha hallado y ha querido hacernos ese maravilloso regalo. Días luminosos de un personaje absolutamente arrebatador.

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