lunes, 12 de octubre de 2015

Amor omnia vincit

(Foto: Zúh Malheur)

El amor todo lo vence. Incluso a quienes son incapaces de ver el valor de una propuesta que hoy en día parece no tener demasiados adeptos. Buena nota debería tomar Rajoy de estos chicos que durante un año se han acercado a los fundamentos de la cultura grecolatina mediante la maravillosa experiencia del teatro. Y lo han hecho de la mano de Plauto, de quienes han tomado la base de su Comedia de la olla o Aulularia para adaptarla en tiempo y forma y hacerla más accesible. Una experiencia total que ha demostrado la importancia de la enseñanza del teatro en la Secundaria. Cultura clásica + filosofía + teatro + música, cóctel que este Gobierno está cargándose a la vista de todos.

Pero dejemos a los políticos y hablemos de cosas importantes. La Aulularia que los alumnos del Taller de Teatro Grecolatino de Taetro montaron hay que verla desde una perspectiva global. Sería injusto interpretarla desde el mero plano de la dramaturgia, puesto que no es este un proyecto exclusivamente teatral. Es docencia, es pedagogía, es crear una comunidad de aprendizaje del sustento de nuestra civilización donde se ha hablado desde la gastronomía clásica (con inclusión de una receta recogida por Apicio), hasta de la música pasando por el matrimonio de aquellas civilizaciones. Si esta docena de chavales se han inmiscuido en esos temas y se les ha quedado algo de estas enseñanzas, Taetro ha triunfado.

Y victoria plena hubo en la plasmación escénica de todo el curso. Se presentía en las jornadas precedentes, pero el día de la actuación se cumplieron los augurios. Teatro lleno. Hasta la bandera. Vale que la entrada era gratuita, pero en Chiclana tenemos la experiencia de que incluso en espectáculos gratuitos, el patio de butacas no se completa. La Aulularia llenó patio y anfiteatro. Ahí es nada. No solo cumplieron con solvencia durante el taller y en el trascurso de su actuación, sino que encima son buenas propagandistas de la voz de este curso.

(Foto: Zúh Malheur).
Sobre el escenario mostraron varias caras: sobriedad cuando lo requerían los fragmentos que se respetaron del texto plautino y un absoluto desparpajo en los momentos más hilarantes de la acción. Curiosamente, el público agradeció más las aportaciones personales del elenco que lo escrito por el propio autor romano, cosa que da que pensar sobre la polivalencia de estos chicos, que consiguieron dar un ritmo endiablado a una obra que si no está bien gestionada puede caer en el tedio. Acierto también en la singularidad de las máscaras y los personajes creados por cada actor, con un acercamiento de cada uno de los roles a realidades conocidas por los chavales de su generación. El que haya un personaje afeminado u otro con habla bastante cercana al chiclanero que practicamos, hace más cercanos los personajes, más accesibles y posibilita que el teatro clásico llegue a un espectro de la población más amplio.

Interesante fue también la apuesta por dar mayor visibilidad a temas tan actuales como la violencia de género, la igualdad entre hombre y mujer, la avaricia o las nuevas relaciones sentimentales, asuntos latentes en el texto original pero no suficientemente explotados. Los directores del taller vieron las infinitas posibilidades del escrito plautino para potenciarlas y ofrecer nuevas visiones. Un plus que los chicos supieron explotar a las mil maravillas sobre las tablas del Moderno. Y otro elemento a sumar al éxito global fue la música. Tanto la viola y flauta (ejecutada por dos actrices del plantel en varios momentos de la actuación), como la canción final elevaron el conjunto y otorgaron un toque festivo a un final apoteósico que levantó al público de sus asientos. El equipo actoral se lanzó a cantar y se convirtió en el último logro de una función que ha dejado un sabor de boca espectacular... Tanto, que ya se escuchan voces de que es necesario repetir esta experiencia.

Si es que ya se sabe que el amor (al teatro) todo lo vence.

No hay comentarios: