viernes, 12 de junio de 2015

Sí. No. Tal vez. Puede ser

Que no todo cambie para que no cambie nada. Todo lo contrario que aquella clasista sociedad que retrató con precisión Lampedusa en El gatopardo... En las elecciones del pasado 24 de mayo ganó el PP (pero pierde poder), ganó el PSOE (pero con su peor resultado municipal y autonómico de la historia), ganó Podemos (que entra con fuerza en muchas instituciones, pero no tanta como la que ellos hubiesen deseado) y ganó Ciudadanos (que como no tienen ideología, ni falta que les hace, se acuestan con el primero que pase por su puerta). IU no, no ganó (salvo en algunos ayuntamientos donde es de encomiar el trabajo realizado por sus representantes).



Todos ganaron, con variables. El caso es que tras veinte años donde la gaviota pepera ha sido mayoritaria, la izquierda (sí, la izquierda por mucho que los podemitas nieguen serlo), ha alcanzado cuotas de poder suficientes para desalojar a la derecha de la bancada del gobierno. Con algunas excepciones, la suma de PSOE con Podemos e Izquierda Unida (o Compromís), pasa a ser hegemónica en muchos territorios. En otros, la sartén por el mango la tiene Ciudadanos. Un partido curioso el de Albert Rivera, que ha estado mareando la perdiz en Andalucía hasta ver por dónde salían los tiros para irse de inmediato a San Telmo a pactar con Susana Díaz. Gobierno desbloqueado tras casi tres meses de impaciencias, dimes, diretes y falsos cortejos. En Madrid, Ciudadanos lo ha tenido fácil y la opción más factible es darle abrazos a Cristina Cifuentes para ayudarla en la formación de gobierno en la Comunidad. Así es el no tener ideología, que te puedes tirar a cualquiera.

Pero ahora viene lo bueno. Testar cómo esos gobiernos municipales, inexpertos en muchos casos, funciona en el día a día. Carmena, Colau, Ribó, Kichi... Buenas noticias en forma de alcaldes que tienen que saber teclear los resortes del poder local en menos que canta un gallo. No les va a ser fácil la tarea, teniendo en cuenta que van a recibir torpedos en la línea de flotación. Tampoco está uno tranquilo por el delicado escenario de pactos (frágiles, que duda cabe, en muchos casos), que existen en muchos consistorios y autonomías, pero así lo ha querido la voluntad popular. Los ayuntamientos y los gobiernos regionales van a ser el escenario de pruebas de lo que puede venir a partir de diciembre cuando nos encontremos con el Congreso de los Diputados más fragmentado de nuestra historia y la destreza para dialogar sea tenida como un bien preciado.

Por el bien de todos, esperemos que la decencia, la honradez, el trabajo prevalezcan sobre el anquilosamiento de ideas, la soberbia, el protagonismo y la vacuidad ideológica. Suerte a todos. Falta nos hace.

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